El síndrome de tabla rasa

QUEBRADERO

JAVIER SOLÓRZANO ZINSER
JAVIER SOLÓRZANO ZINSER larazondemexico

No todo el pasado condena. Buena parte de lo que somos hoy con defectos y virtudes se lo debemos a luchas de personas que tuvieron y tienen nombre y apellido.

La insistencia oficial de querer acabar con lo que vivimos en los últimos años impide una mirada integral. Si bien se reconoce que hay pasajes oscuros y lamentables, también hay historias dignas de contar y, en muchos casos, retomar.

No todo puede estar bajo la condición de “ahorrar”. Hay asuntos que se tienen que debatir por más engorroso que sea. Hace unos días el senador Ricardo Monreal planteó una propuesta para fusionar los institutos autónomos, la cual sensatamente ha retirado.

En medio de ello el Presidente aseguró que no la conocía, pero que si permitía “ahorrar” la iba a apoyar. Poco importó de lo que se trata, lo único que se pensó fue sumar más dineros para fortalecer los programas de gobierno.

No se soslaya que hemos vivido bajo una burocracia y en innumerables casos en el dispendio, que lo que ha venido a hacer es enquistar la corrupción y fortalecer las lamentables complicidades. Algunos aparatos de la burocracia han servido para concentrar el poder y establecer tramposos gastos; el diagnóstico del Presidente tiene su dosis de razón.

Sin embargo, no tiene sentido llevar a efecto una especie de tabla rasa en donde todo se coloca en el mismo cajón. Los últimos años también tienen momentos virtuosos lo que ha permitido construir instituciones que han fortalecido la democracia, la pluralidad y, sobre todo, que han buscado como sea posible hacer visibles a los invisibles.

No sólo se trata de esto, está también la creación en la sociedad de una nueva cultura que tenga como eje la autonomía para que bajo esta premisa sean los ciudadanos quienes se responsabilicen de elecciones, derechos humanos, rendición de cuentas, transparencia, competencia, participación, discriminación, racismo, entre muchos temas.

Sin la menor duda los institutos e instituciones que hemos ido construyendo merecen una revisión puntual, como están las cosas resulta obligatorio.

Las instituciones, tanto autónomas como las de las estructuras de gobierno, obedecen a una aspiración de transformación democrática. Tienen que ver con la transición por la que estamos pasando y por la búsqueda de nuevas formas de gobernabilidad y rendición de cuentas.

Son instituciones que se supondría le vendrían como “anillo al dedo” al gobierno, por lo que ha sido la larga lucha que ha establecido por la transformación de la sociedad, particularmente el Presidente. En diferentes momentos López Obrador ha manifestado su apoyo abierto y decidido a algunas de estas organizaciones.

La razón suponemos se basa en que ha buscado nuevas formas de gobernabilidad que se sustenten más que en la concentración del poder en la participación ciudadana.

Si las cosas hasta ahora no se han hecho bien merecen su transformación, pero no tiene sentido su desaparición automática por algún tipo de incidente, por más lamentable que sea. Los institutos e instituciones le han permitido a la sociedad una participación activa y tener también más instrumentos a su alcance para ir conformando una nueva cultura ciudadana, no tiene sentido ponerlos bajo una consulta cuando éstos han venido siendo, con razón, cuestionados.

Más allá del confuso y provocador lance sobre si el Presidente conoce o no el Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación), es necesario antes de que le manden en contra todo el aparato del gobierno y afines para desaparecerlo, no estaría mal que se preguntaran si vivimos en un país en el que no hay discriminación y racismo y la importancia de tener un consejo que pueda canalizar las miles de agresiones que viven millones de ciudadanos.

El país no empieza ni termina en este sexenio.

RESQUICIOS.

En medio de un rojo contundente y casi nacional el lunes empieza la transición al naranja. En la capital vamos directo hacia allá con la incertidumbre a nuestras espaldas.