En los tiempos nuevos

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser Foto: larazondemexico

La lucha por la libertad de expresión es por definición interminable.

Las batallas son diarias, porque la dinámica del ejercicio periodístico enfrenta cotidianamente condiciones que igual se convierten en un reto que en intentos por coartarla.

El Estado está obligado a garantizarla y los periodistas son quienes la deben hacer valer. El compromiso de los gobiernos es fundamental, porque no solamente parte de mandatos constitucionales, sino también de la voluntad y convicción que tengan para entender que la libertad de expresión es uno de los elementos clave que definen a sociedades libres y democráticas.

La lucha por la libertad de expresión se ha desarrollado en medio de gestas históricas, marcadas por momentos luminosos, pero también de represión, autoritarismo y muerte.

Pensar que la libertad de expresión tiene un antes y un después a partir del 1 de diciembre del 2018 es perder de vista la historia, pero, sobre todo, es soslayar que quienes gobiernan tuvieron en el periodismo uno de los instrumentos para ensanchar su presencia y hacerse valer y ejercer su libertad.

El periodismo mexicano de las últimas décadas ha sido un factor fundamental para la democracia mexicana. Se ha desarrollado un reconocido trabajo de investigación periodística que ha permitido conocer situaciones fundamentales para la denuncia y la definición de nuestra democracia y la lucha por la justicia.

La cobertura informativa sobre los sismos de 1985, la elección de 1988 y la irrupción del EZLN son ejemplos claros del parteaguas que vino a cambiar la dinámica de los medios, a pesar de que en muchos casos tuvieron la negativa de sus propietarios, las presiones políticas, sin pasar por alto la complicidad sobre la cual se ha establecido la relación medios-poder político.

Esto no empieza de hoy. Tiene su historia con nombre y apellido producto del trabajo de muchos periodistas, los cuales, en muchos casos, les ha costado la vida.

La libertad de expresión no empieza ni termina sólo en términos de la censura o de lo que se dice o se deja de decir, existen factores externos que la pueden condicionar. El trabajo de los periodistas se mueve bajo una gran cantidad de vertientes, muchas de las cuales pueden tener que ver con las reacciones que provoca desde el poder político.

Un comentario puede ser suficiente para el descrédito o la intimidación. Estando bajo condiciones de polarización, la voz del Presidente es fundamental por el peso mismo que tiene y también por su efecto expansivo, en función del gran número de seguidores que tiene.

No todo se remite a la censura, estamos en terrenos en que puede estar condicionándose la libertad de expresión. Es también claro que el Presidente ha recibido todo tipo de críticas con todo tipo de adjetivos, los cuales no deja pasar.

El ejercicio es sano en democracia, pero está ante confrontaciones que suben de tono y riesgo por claras diferencias ideológicas y por el alto nivel de polarización, a lo que se suma la presencia de un nuevo gran actor, las redes sociales.

No se ve que se vayan a destrabar las cosas, más bien la dinámica política indica que se agudizarán. No todo se centra en el Presidente, lo que pasa es que, sin la menor duda, estamos bajo una nueva dinámica de las cosas.

No todo se debe centrar en el Presidente, pero sí es a partir de él y con él, que tendríamos que buscar nuevos entendimientos bajo esquemas de menos estigmatizaciones y premisas constructivas. Son nuevos tiempos, hay que definirlos, no dejar que ellos nos definan o que los definan por nosotros.

RESQUICIOS.

En su carta de renuncia al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, denunció que se detectaron probables irregularidades administrativas, procedimientos de valuación que no garantizan el beneficio para el Estado, mutilación de joyas, contratos favorables a empresas y no al Indep y conductas de servidores públicos contrarias a la norma. Cárdenas Gracia, más que cansado, estaba hasta el gorro.

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