Hubiera sido deseable que el debate sobre los fideicomisos se desarrollara bajo condiciones distintas de lo que vimos.
No pueden quedarse en el vacío la gran cantidad de proyectos que están detrás de este instrumento. La decisión es cuestionable y va a marcar al sexenio en el tema del uso de los dineros para programas sobre urgencias nacionales, y en inversión en ciencia, investigación y formación académica.
Los argumentos tuvieron que ver en la mayoría de los casos más con posiciones políticas, apegadas a la propuesta del Presidente, que con reflexiones y argumentos que permitieran tomar la mejor decisión. Los legisladores de Morena, los del Verde que se prestan a cualquier cosa, el PES y algunos del PT apelaron al pasado y a una serie de lugares comunes que no tenían que ver con la decisión que ya habían tomado.
Insistir que el pasado es la corrupción y que se gastaba de manera indiscriminada no significa que sea la razón para desaparecer los fideicomisos, lo relevante era demostrarlo. Hasta ahora ha prevalecido el discurso sobre la corrupción, pero en muchos casos no ha pasado de ahí.
En tribuna se abocaron a denostar, en algunos casos, en tonos que parecían tener un sentido de venganza, sin presentar argumentos que mostraran elementos concretos que evidenciaran lo que entre el Presidente y los legisladores han venido repitiendo.
La sesión se fue convirtiendo en un diálogo de sordos. De lo que se trataba era el darle la palabra a la oposición como parte de un protocolo, estaba claro de antemano que nada iba a cambiar; estaban en el va porque va.
La tribuna vino a servir más de catarsis que para establecer el necesario debate. La paradoja era que, mientras se tomaba la decisión de desaparecer los fideicomisos, se informó de la muerte del Premio Nobel Mario Molina. Mientras el mundo y la sociedad mexicana se sacudían por el deceso de un hombre que con su conocimiento logró que se tomara conciencia del medio ambiente en el planeta, los legisladores, con el Presidente por delante, se tomaba la determinación de ponerle piedras a instituciones de educación superior e investigación científica.
El futuro, particularmente el inmediato, va a requerir de mujeres y hombres de ciencia. Por más que el Gobierno le ponga buena cara al futuro es evidente que estamos bajo una situación inédita e impredecible. Se va a requerir del conocimiento para enfrentar un futuro con coronavirus, el cual va a estar marcado por problemas colaterales derivados del Covid-19.
Está claro, porque el Gobierno está urgido de dinero. Es un enigma saber hasta dónde va a alcanzar para los objetivos de López Obrador. Ya se están acabando los “guardaditos”, ya acabaron con los fideicomisos, ya desaparecieron 10 subsecretarías, ya le quitaron la mitad del salario a los funcionarios de alto nivel, ya le bajaron el presupuesto a un buen número de secretarías, lo delicado en muchos sentidos es hasta dónde se puede seguir bajo esta estrategia.
A esto se deben sumar las grandes obras del sexenio, las cuales en medio de la pandemia y los problemas económicos están en serios problemas. Por más que les caigan mal organismos internacionales, como el FMI, ya son varias las voces de alerta que sugieren detener las obras.
La lección que deja lo sucedido en el Congreso, por lo menos hasta ahora, debe llevar al Gobierno y a la obediente bancada a reflexionar y a dejar de usar el hacha en ciertas áreas.
Queda claro que al Presidente le gusta poco o nada el pasado. Sin embargo, si algo ha dado la cara en los últimos años ha sido la ciencia, las instituciones de educación superior, las nuevas generaciones de científicos, el cine, el arte y la cultura.
No todo es va porque va ni todo el pasado nos condena.
RESQUICIOS.
La semana que entra Morena debiera terminar su proceso de elección interna. El referente y eje directo e indirecto del partido volvió a avalar las encuestas. Habrá que ver cómo se resuelven las heridas en la batalla.