Un generalidad brillante es, sin duda, algo que sorprende y resplandece por sobre todo lo demás, es una frase que se deriva de la posibilidad de captar la atención y ser sugerente, en la mercadotecnia y, en particular, en la mercadotecnia política, debe ser una frase que cautive de mente emocional, que va directamente al interior del corazón, si es una frase o un eslogan, debe ser potente y atractivo y debe transmitir elementos de gran valor, aunque no tenga, en esencia, mucha información.
Hoy, las campañas políticas están buscando elementos diferenciados, ya no sólo es cuestión de ir por lo común, no vale y poco alcanza aparecer sólo con el concepto del cambio o la continuidad conveniente. El escenario da para mucha más creatividad, aunque no es que se deba “descubrir el hilo negro”.
La generalidad brillante es el elemento que puede hacer esquite a la hora de las grandes definiciones, porque el concepto por sí solo debe ir directo a las emociones y se relaciona con lo que la gente más valora y la sociedad más anhela.
No es un concepto nuevo ni es de reciente utilización. Sobre este tema se han escrito varias teorías, algunos cuantos libros y se tiene en la memoria, según los estudiosos, que en el siglo XIX en Estados Unidos, una generalidad brillante se utilizó por los defensores de la abolición de la esclavitud, con argumentos igualadores y que iban directo a los principios que tenía la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, al hablar de que “Todos los hombres sean creados iguales”.
En fin, que el érmino en comento tiene historia y en mucho tiene sustento, pero en poco se utiliza de manera adecuada y casi siempre es producto de una espontaneidad.
Será éste el tiempo de ver en la propaganda de los diferentes actores políticos, si son capaces de encontrar esa genialidad, esa brillantez y esa lucidez que despierte el interés y las ganas de ir a votar en seis estados próximos a elecciones.
Se debe decir que la genialidad de la propaganda, para el 10 de abril, brilló, pero por su ausencia. No hubo nada nuevo y no hubo nada de lo cual pudiéramos sorprendernos. La maquinaria, cualquiera que ésta sea y de donde venga, no contó con el impulso de la propaganda, ni con el impulso de los motivadores sensoriales. Se confirmaron con el oficialismo, el pragmatismo y la impronta fácil del voto de las “estructuras”. Veamos hasta dónde alcanza y si podrán ser más de 10 millones o si llegan a los 40 y la hacen vinculante. Las cajas chinas ya cada día son más predecibles e insignificantes.