Violencia intolerable

ELUCIDACIONES

Jorge Camacho&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Jorge Camacho *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

El fin de semana pasado se desató la violencia en el estadio de los Gallos Blancos del Querétaro entre sus aficionados y los del equipo rival, el Atlas. Esta violencia desbordada es sólo síntoma del estado de la sociedad. Las imágenes de las agresiones son brutales. Se dice que murieron aficionados, pero las autoridades han aclarado que no. Sea de una manera o de otra, parece algo inadmisible en nuestro tiempo.

Dos semanas atrás, se denunció un fusilamiento de diecisiete personas en el municipio de San José de Gracia, Michoacán. No se sabe si fueron efectivamente fusiladas ni tampoco se tiene el número exacto, puesto que los cuerpos desaparecieron. Pero no hay duda de que hubo una masacre. Las masacres de las que hoy no se da crédito, como promesa de campaña, se supone que se erradicarían, la realidad es que se dan cada poco, comenzando por la de Bavispe, que permanece impune.

Ayer se celebró el Día Internacional de la Mujer, en un país abrumado por los feminicidios, para los que no hay acciones contundentes. Violencia es privar a los niños con cáncer de sus medicamentos, en este caso agravada porque se ejerce desde el propio Gobierno. También es violencia la clausura de las Escuelas de Tiempo Completo, privando a madres y padres de un servicio que facilitaba su trabajo. Violencia es también la cometida contra los periodistas, seis en lo que va de año, a razón de dos por mes. Da la impresión de que la violencia se ha establecido firmemente dentro de la sociedad mexicana. Curiosamente, al crimen organizado se le enfrenta con una estrategia que, desde el Gobierno, se ha denominado “abrazos y no balazos”.

México está inmerso en la violencia física y moral. La primera debida a bandas criminales, la segunda, ejercida desde el Estado. Es paradójico que el Gobierno haya priorizado no combatir a los criminales y sí combatir, sin embargo, a los ciudadanos. Hay algo que está desajustado, como si los papeles fueran inversos. Desde luego, no digo que sea algo premeditado o planificado, pero a la distancia es difícil pensar otra cosa. Quizás la expresión más fiel de las tensiones que se viven dentro de la sociedad sea lo acaecido en el estadio del Querétaro. En caso de no ser planeado, la violencia desatada se antoja incomprensible, como que algo dentro de la sociedad está muy podrido y frente a lo que el Gobierno no sabe qué hacer. Impotencia institucional, pero también de una sociedad extraviada, asediada por una violencia incontenible. Al Gobierno le compete combatir la violencia, no generarla, pero parece desorientado. La sociedad carece de los recursos para enfrentarla, necesita de unos gobernantes que se impliquen en la tarea, que hagan valer la confianza que los ciudadanos depositaron en ellos.

La violencia es el cáncer de nuestra sociedad. Quizás no se pueda parar de un momento a otro, pero sí combatirla para rebajarla. Combatir al crimen organizado, combatir la escasez de medicinas, dotar de seguridad a los periodistas, implementar medidas de seguridad eficientes para los periodistas, proteger a las mujeres.

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