Josefina Vázquez Mota

La esperanza en tiempos de Covid

SIN MIEDO

Josefina Vázquez Mota
Josefina Vázquez Mota
Por:

“¿Cuál es la esencia de la vida? Servir a otros y hacer el bien”

Aristóteles

Mientras redactaba estas líneas vino a mi mente una de las tantas frases del escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez: “Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse”, y es que eso es lo que he visto y vivido en las miles de acciones de solidaridad y empatía en los más de 100 días que lleva la pandemia del Covid-19.

Hace una semana leía en un diario de circulación nacional la historia de Percibald García, un joven arquitecto que durante la pandemia se convirtió en un cuentacuentos para los niños de la unidad habitacional Tlatelolco, bajo el proyecto De la casa a la plaza. Una idea que surgió cuando al pasar por la zona escuchó gritar a un niño: “¡estoy aburrido!”.

Entonces tomó una bocina, un libro de cuentos, hizo un letrero con la leyenda “De la casa a la plaza’, y comenzó a recorrer Tlatelolco. En la entrevista narra que realizar esta actividad “es una forma de que hagamos comunidad”. Ahora los habitantes de los alrededores de la Plaza de las Tres Culturas esperan con ansias las canciones de Cri-Cri, pues es la señal de que Percibald ha llegado.

En otra ocasión, revisando las redes sociales, me enteré de que los vecinos del multifamiliar Miguel Alemán, que queda justamente frente al Hospital 20 de Noviembre, en la colonia Del Valle, en la Ciudad de México, cada noche cantan el “Himno a la alegría” al personal médico, de enfermería, limpieza, camilleros, acompañados de las luces de sus celulares, para darles ánimo y agradecerles por su servicio a la sociedad durante esta pandemia, que hasta ahora suma más de 47 mil fallecimientos; entre los que se encuentran el personal sanitario.

Como el grupo de taxistas en Querétaro, que decidió trasladar al personal médico y de enfermería gratuitamente a través de la campaña Llegó el taxi; o los ciudadanos que se organizan y llevan a los hospitales comida para el cuerpo médico, afanadores y para los familiares que esperan a las afueras alguna noticia; pero también están los que regalan cubrebocas o caretas como medida de prevención.

Y qué decir de los doctores o doctoras y enfermeras o enfermeros que antes de entrar a su turno pasan a recoger todas las cartas que los familiares hacen a quienes se encuentran luchando contra el Covid, o para aquellos que se recuperan. Algunos hacen videollamadas para que puedan darse el último adiós.

León Tolstoi decía: “he comprendido que mi bienestar sólo es posible cuando reconozco mi unidad con todas las personas del mundo, sin excepción”, coincido totalmente. En tiempos de pandemia las muestras de solidaridad, de empatía, de agradecimiento y de corazón, siempre serán la mejor medicina o vacuna cuando el dolor es la nota del día.

Seres humanos extraordinarios que han optado por la empatía están iluminando un camino incierto y de oscuridad para millones de personas. Y es que de la mano del Covid llegó la empatía para quedarse y multiplicarse, y entonces, sólo entonces, habremos aprendido que en cada uno de nosotros vive esa llama de solidaridad y reconocimiento del otro.

De nosotros depende si la encendemos o de un soplido egoísta y lastimoso la apagamos para siempre. Por hoy quedémonos con estas lecciones de empatía y de amor para respirar de mejor manera y así volver a comenzar.