Hace poco más de cien años, en una cárcel de la ciudad peruana de Trujillo, César Vallejo escribía (“En la celda, en lo sólido, también se acurrucan los rincones”) varios de los poemas que formarían parte de Trilce, libro que hoy, cerca del centenario de su publicación, sigue siendo un modelo de ruptura y oxigenación en el mundo de la poesía, aún muy bien portada, aún moviéndose de izquierda a derecha como un coleóptero amaestrado.
Trilce se publicó en 1922 (el centenario exacto será en octubre) en un tiraje de doscientos ejemplares. La edición costó 150 soles peruanos, que el mismo poeta pagó con el dinero que había ganado en un concurso literario en 1921 con un cuento titulado “Más allá de la vida y la muerte”. A ver. Momento. ¿Un cuento, un relato corto, costeó la publicación del libro de poesía en español más revolucionario del siglo XX? Sí, así es. Es un texto con una prosa cargadamente lírica, pero es un cuento, y muy rulfiano, por cierto.
A mí la curiosidad me carcomió hasta que encontré el mentado texto gracias al cual Vallejo pudo financiar Trilce. Es una prosa breve en la que el narrador regresa a su pueblo natal, Santiago (“Y después perspectivóse Santiago, en su escabrosa meseta, con sus tejados retintos al sol ya horizontal”), para velar a su madre muerta. La madre del poeta, nacido en Santiago de Chuco, en efecto había muerto recientemente, y esa pérdida, además de ser el tema del relato, comparece una y otra vez en Trilce, como cuando confiesa “He almorzado solo ahora, y no he tenido / madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua”…, o al final del poema LXV: “Así, muerta inmortal. / Entre la columnata de tus huesos / que no puede caer ni a lloros, / y a cuyo lado ni el Destino pudo entrometer / ni un solo dedo suyo.” A Vallejo lo enlutaban esa muerte y la de su pretendida amiga, también llamada María como su madre, lo cual le lleva a increpar a Dios: “¡Tú no tienes Marías que se van!” y a iniciar así el poema XXIV: “Al borde de un sepulcro florecido / transcurren dos marías llorando, / llorando a mares”. Volviendo al cuento: el narrador va a velar a su madre y descubre, tras una noche extraña (“Una centella, de esas que vienen de lejos, ya sin trueno, en época de verano en la sierra, le vació las entrañas a la noche”), que es la madre quien está viva y él quien está muerto, lo cual le produce una sonora carcajada… Con esa vuelta de tuerca, Vallejo cruza una frontera y allana los terrenos de la razón, aventura que continuará plenamente en Trilce y que lo dotará de una frescura y un riesgo aún vigentes.
El final del relato “Más allá de la vida y la muerte”, en el que el vivo se descubre muerto, inevitablemente nos recuerda al famoso poema LXXV de Trilce, texto en prosa en que el poeta se dirige directamente a sus lectores con esta frase lapidaria: “Estáis muertos”. Y más adelante, en un giro borgesiano: “Os digo, pues, que la vida está en el espejo y que vosotros sois el original, la muerte”. Hoy nos vemos en el espejo de Trilce, donde muere eternamente la madre del poeta, y nos preguntamos qué tan vivos estamos, o qué tan muertos. Y resuena la carcajada vallejiana.