Eliot en el sanatorio

ENTREPARÉNTESIS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Siempre me ha llamado la atención un dato que suele mencionarse de pasada: que La tierra baldía fue escrito en medio de un colapso nervioso. Es un dato para ñoños, es cierto, pero el poema es tan célebre (tan célebre que, más que estudios, tiene “biografías”), y su centenario de publicación está tan cerca, que vale la pena detenerse a estudiarlo un poco.

Un dato que sí se menciona mucho es que el poema de T. S. Eliot no existiría, tal y como lo conocemos, sin el exhaustivo trabajo editorial que le dedicó Ezra Pound, reduciéndolo a la mitad y mereciéndole la famosa dedicatoria al “miglior fabbro” (el “mejor artesano”, frase tomada de Dante). Pound mismo dijo que había sido el “partero” del poema. Pero si Pound fue el partero, otro personaje semiolvidado fue el anestesiólogo en esa delicada operación: el doctor Roger Vittoz, quien atendió durante tres meses al poeta en un sanatorio de Suiza, por depresión (aunque en los registros del sanatorio está anotado: “colapso nervioso”). Fue en esa estancia que un primer borrador (diecinueve páginas) del poema fue escrito, tras la exitosa terapia del Dr. Vittoz, quien desbloqueó a Eliot después de meses sin escribir ni una línea y lo llevó a un estado mental que hoy llamamos mindfulness. Y sí: Eliot estaba deprimido y cansado, su matrimonio con Vivienne Haigh-Wood era una catástrofe, padecía insomnio, no podía escribir nada y tenía pensamientos obsesivo-compulsivos. En el poema hay registros de ese estado: “Mis nervios están mal esta noche. Sí, mal. Quédate conmigo. / Háblame. Nunca me hablas. Habla”. La terapia del doctor Vittoz consistió en “recablear las vías neuronales, despejar a la mente de clichés conductuales y aprender a estar en calma cuando nada se gana con preocuparse”. El doctor hacía que Eliot repitiera palabras reconfortantes, relajantes, y eso nos obliga a recordar el final del poema, que cierra con un mantra: “Shantih shantih shantih”, que en sánscrito significa “paz mental”.

Imaginemos al flemático Eliot, un cultísimo manojo de nervios, atendiendo el paso del momento presente y repitiendo ommmmmm con su terapista en Suiza. De esa relajación surgió un estallido verbal multilingüístico, multirreferencial y multiazotado que resultó ser, a su vez, el diagnóstico de toda una generación de entes huecos en el periodo de entreguerras. Su autor, un depresivo empleado de Lloyds Bank, quien fue amalgamando en su cabeza, en una especie de desdoblamiento esquizofrénico, las voces de un mundo roto lleno de personajes alienados. Pero el poema, que retrata una crisis, fue también su cura, la necesaria expresión de un malestar local que tuvo un eco universal.

También me ha llamado siempre la atención que abril sea el mes más cruel. ¿Cómo puede ser la primavera cruel? Eliot responde que la primavera es cruel porque despierta inertes raíces con sus lluvias, porque mezcla recuerdos y anhelos, porque engendra lilas de la tierra muerta. E incluso parece anhelar el paradójico calor del invierno. Es (me parece) la salida de la oscuridad a la luz, del sueño a la vigilia, de la hibernación al mundo atroz. Puede ser… Lo cierto es que todo tomó forma en un sanatorio mientras el poeta recableaba sus vías neuronales.

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