Iguanas rosas

ENTREPARÉNTESIS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Llegado a cierta edad, me he descubierto pensando en modo-Borges, y estos días, cuando toca recapitular sobre lo hecho y lo no hecho en el agonizante 2022, no son la excepción de esa melancólica manía. Debo explicarme. Llamo “modo-Borges” a la posibilidad de que ésta o aquella cosa, ésta o aquella persona, comparezcan por última vez ante nosotros. Niños y jóvenes no suelen pensar así, pues siguen renovándose, pero para los mayores no es raro preguntarnos si ése fue el último abrazo que le dimos a X, o si no volveremos a leer determinado poema, observar cierto árbol, escuchar tal canción…

Borges lo dijo espléndidamente, patéticamente, en su poema “Límites”, titulado con justicia porque, en efecto, nos acosan los límites invisibles de la ocasión postrera, de la “última vez”. “De estas calles que ahondan el poniente, / una habrá (no se cuál) que he recorrido / ya por última vez…” Es, en realidad, terrible: “¿Quién nos dirá de quién, en esta casa, / sin saberlo nos hemos despedido”? Pero hay otros límites igualmente dramáticos: los del “nunca” y el “jamás”: hay un portón que jamás abriremos, un libro sobre la mesa que no leeremos nunca. Pensar en “modo-Borges” es brutal: “Para siempre cerraste alguna puerta / y hay un espejo que te aguarda en vano”. Y más aún: “Hay, entre todas tus memorias, una / que se ha perdido irreparablemente”. Es un modo abismal. Me pregunto cuál fue la última conversación lúcida que tuve con mi padre, que murió este año: ¿cuáles fueron las últimas palabras que me dijo antes de perderse para siempre en la niebla del olvido?, y de los muchos recuerdos que tengo de él, sin duda algunos ya se han desvanecido de mi mente, borrándolo un poco de este mundo…

Pero, como me niego a arrastrarme en la melancolía, al “modo-Borges” le aplico el antídoto de la “primera vez”, el cual es poderoso y formidable. Consiste en activar el asombro ante la novedad y la constante evidencia de que el mundo, sus cosas y su gente, pueden ofrecer un ángulo flamante, nuevo. Personas que vemos por primera vez y que acaso guardan una amistad potencial, paisajes que nos abren la mirada como si naciéramos, calles que nunca habíamos pisado y que ahora se desenrollan bajo nuestros pies como sorprendentes alfombras… Para mí, que me he mudado de país, casi todo es original y me toma gratamente por asalto. Apenas antier, en un festejo local, vi tantas caras nuevas que no sabía, emocionado, dónde acomodarlas, no sólo sus señas particulares sino la posibilidad de sus historias. Y a cada rato estoy fatigando un lugar enteramente nuevo para mí, una esquina del mundo que antes, sencillamente, estaba hundida en la oscuridad de mi ignorancia (el solipsismo diría que esa esquina del mundo no existía).

Así pues, quiero cerrar estas líneas con el hallazgo de la iguana rosa. Antes inconcebible en mi universo mental, increada, pulverizada en mi inconciencia, hoy ese reptil real, original de las Galápagos, surge y se mueve lentamente por los vericuetos de mi mente. Descubrir su existencia, someterme a esa sorpresa, entregarme al asombro que me produce ese inverosímil animal, me ayuda a combatir la muerte y el olvido. ¡Una población de iguanas rosas! ¡Que viven en un volcán! La novedad es una forma benéfica del límite: la forma del umbral.