Espero que cuando esta columna se publique, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, siga vivo. Aunque él mismo ha anunciado un probable encuentro entre las delegaciones ucraniana y rusa, no es exagerado pensar que Vladimir Putin lo prefiera muerto. A estas alturas, no obstante, se puede matar al hombre pero ya no a sus palabras, y las palabras de Zelenski han sido claras, valientes, conmovedoras y sobre todo muy poderosas. Poderosas como una gran arenga, poderosas como diez ejércitos, poderosas como el orgullo y la convicción.
Es probable que una potencia militar como la rusa, que es colosal, se termine doblegando ante las palabras de un solo individuo, porque ellas resumen y concentran el sentir de un pueblo atacado sin provocación. La acartonada retórica de Putin, que moviliza tanques por un puro principio de autoridad, le queda chica a la agilísima retórica de Zelenski, que está movilizando a millones de simpatizantes en todo el mundo por la pura fuerza de la empatía.
En el mundo de hoy, no hay maquinaria propagandística que pueda callar, desconectar, silenciar una verdad dicha, publicada y reproducida, y Zelenski, un extraordinario comunicador, lo sabe: esta inverosímil guerra (¿de veras, después del siglo XX?) no sólo se está peleando con misiles y cocteles molotov en las ciudades de Ucrania, sino con palabras y comunicados en diferentes soportes que encuentran su camino hasta nosotros en las avenidas de la virtualidad. Zelenski es un hombre de medios (viene del cine y la televisión, en donde hacía un programa paródico en el que representaba el papel de… ¡el presidente de Ucrania!), su campaña presidencial fue prácticamente virtual y sabe que un tuit tiene mucho más alcance que una bazooka. Y sus discursos, qué discursos.
En la tradición de Pericles (y su famoso discurso a los atenienses), de Churchill (que le prometió a su gente sangre, sudor y lágrimas), de Obama y de Jacinda Ardern (de retóricas y convicciones irreprochables), Zelenski habla hoy y sabemos que sus palabras resonarán en la posteridad. En contra de la paz a toda costa (pero buscada hasta el último instante razonable), cuando el presidente ucraniano dice “pelearemos” convierte a sus oyentes en soldados. Cuando le habla en ruso a la gente de Rusia, siembra la semilla de la duda en una sociedad a la que Putin le ha mentido sistemáticamente. Y cuando le dice a los invasores que se verán cara a cara, sin ofrecer la espalda de quien huye, insufla a su gente de valentía, gente que, en efecto, ha encarado con enorme nobleza a los desconcertados soldados rusos, que al parecer no saben bien a bien por qué pelean.
Hay que seguir escuchando a Zelenski. Sus palabras son las nuestras, y su pelea también, por el derecho a la libertad y a la elección del propio destino. En esa voz se concentran tantas cosas por las que hemos peleado. Que siga hablando por Ucrania y por la democracia que, aunque imperfecta, nos hemos dado entre todos para convivir en paz. Hagámosle eco a las palabras de Zelenski. Verbo mata tiranía, no tengo la menor duda.