Los pros y contras de Crusoe

ENTREPARÉNTESIS

Julio Trujillo
Julio Trujillo La Razón de México

Cuando nos pasan cosas (y siempre van a pasarnos cosas, la vida está hecha de pequeñas y grandes contingencias) lo atribuimos a la mala suerte, a una alineación de los astros en nuestra contra, a una mala racha. Y no solamente nos pasan cosas, sino las peores cosas, o eso queremos creer desde un ego crecido inversamente, en el papel de víctima.

Pero no existe la mala suerte, ni la buena (un ejemplo: la “suerte del principiante” se explica, sencillamente, porque quienes no ganaron en el casino la primera vez no tienen una narrativa), y si nos detuviéramos un momento a analizar nuestras circunstancias descubriríamos, bien mirado el asunto, que no estamos tan mal. Pero no lo hacemos, y ahora menos, con esta larga pandemia que continúa lastimándonos. Y deberíamos detenernos, hacer un balance, una lista de pros y contras, para entendernos con la perspectiva que dan la pausa, el análisis y la serenidad.

Yo recuerdo siempre a Robinson Crusoe (ese personaje arquetípico y genial) cuando la adversidad en mi vida parece mucha. ¿Quién peor que él, náufrago en una isla remota? Parecería que el destino se ensañó con Crusoe, que, a él sí, le pasaron las peores cosas. Y no obstante, Daniel Defoe, después de llevar a su personaje a la situación límite del desamparo en un rincón olvidado del mundo, lo pone a evaluar su terrible circunstancia con una lista de pros y contras que todos deberíamos memorizar y repetirnos en esos momentos en que creemos que nos está llevando la chingada. Vale la pena citar in extenso:

“Comencé a consolarme tan bien como pude, y a poner lo bueno con lo malo, para diferenciar mi caso de otros peores, y expuse muy imparcialmente, como en activos y pasivos, mis bondades y mis miserias. Malo: Estoy abandonado en una terrible isla desolada, sin esperanza de mejorar. Bueno: Pero estoy vivo, y no ahogado como mis compañeros de barco. Malo: He sido señalado y separado del resto del mundo para ser miserable. Bueno: Pero también he sido separado del resto de la tripulación para salvarme de la muerte, y Él que milagrosamente me salvó, puede sacarme de esta situación. Malo: He sido aislado de la humanidad, soy un solitario, uno desterrado de la sociedad. Bueno: Pero no me estoy muriendo de hambre ni agonizando en un lugar infértil. Malo: No tengo ropas que me cubran. Bueno: Pero estoy en un clima caliente, donde, si tuviera ropa, apenas la usaría. Malo: No tengo defensas para resistir la violencia de una bestia o de otros hombres. Bueno: Pero no veo en esta isla a bestias que me puedan herir, como las vi en la costa de África, ¿y qué tal que hubiera naufragado ahí? Malo: No hay un alma con la cual hablar. Bueno: Pero Dios maravillosamente dejó el barco cerca de la orilla, de tal forma que he podido sacar las cosas suficientes para satisfacer mis necesidades y abastecerme incluso toda la vida.”

Haríamos bien elaborando constantemente una lista de pros y contras como la de Crusoe antes de seguir ejercitando el arte de la queja, que se nos da tan bien, incluso en tiempos de pandemia, o precisamente en tiempos de pandemia.

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