China y la reconfiguración del orden mundial

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Leonardo Núñez González*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

La semana pasada el presidente chino, Xi Jinping, ofreció una fiesta para celebrar por todo lo alto el 10° aniversario de su Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, el ambicioso programa de un billón de dólares con el que busca conectar con Europa, África y otras regiones del mundo mediante la inversión y otorgamiento de créditos para la construcción masiva de carreteras, puertos, plantas de energía y telecomunicaciones.

Al evento acudieron personajes como el presidente ruso, Vladimir Putin, el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, y representantes del gobierno talibán en Afganistán, en un claro mensaje de consolidación de un bloque abiertamente contrapuesto a los gobiernos liberales encabezados por Estados Unidos. “Cuando le das rosas a otros, su fragancia se queda en tu mano”, fue la frase con el que el líder chino recibió a los mandatarios, mayormente vinculados a regímenes autocráticos o dictatoriales, que celebraron la primera década de un proyecto que, además de su componente económico, tiene una clara ambición geopolítica.

Sin entrar al detalle de los resultados específicos de los miles de proyectos que forman parte de la iniciativa, es importante mencionar que muchos países receptores de la “ayuda” se han visto atrapados en una espiral de deuda insostenible, que los ha orillado a entregar puertos y espacios estratégicos al Gobierno de China. Tal es el caso del puerto de Hambantota, en Sri Lanka, que fue cedido por 99 años al Gobierno de Xi Jinping debido a que los amables y generosos créditos de inversión se volvieron imposibles de pagar. Más de 100 puertos en 60 países del mundo hoy son controlados total o mayoritariamente por empresas chinas. Igualmente, China ya es el primer socio comercial de más de 120 países, y continúa avanzando con su cartera abierta como su principal herramienta de negociación, control y cooptación.

El avance económico y político de China para controlar sectores e infraestructura estratégica alrededor del planeta es la antesala de una muy probable ruptura del orden internacional actual, donde la invasión ilegal de Rusia a Ucrania o el recrudecimiento del conflicto árabe-israelí están siendo los laboratorios para empujar y conocer los nuevos límites de lo posible y las debilidades de los aliados de Estados Unidos. Una de las mayores ambiciones de China sigue siendo la anexión de la isla de Taiwán, que actualmente es gobernada con instituciones democráticas y se opone firmemente a ser controlada por Beijing. El aumento del descontrol global, así como la erosión del liderazgo estadounidense, es campo fértil para que la promesa de tomar la isla por las armas si es necesario, pueda ser una realidad.

Hoy el ejército chino ya tiene una flota más grande en cantidad que la de Estados Unidos. Si bien China sigue siendo menos potente en términos tecnológicos y con menos embarcaciones de gran poder, con sólo 2 portaaviones frente a 11 estadounidenses, el crecimiento acelerado de sus naves de guerra también anticipa una ruta de colisión en la que China quiere ser la mayor fuerza naval militar en el futuro cercano. Su éxito no está asegurado, pues la incertidumbre juega en ambos sentidos, pero China avanza decididamente, de la mano con Putin y otros autócratas, para liderar un nuevo orden global que está cambiando frente a nuestros ojos.

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