Leonardo Núñez González

Cuestionar las elecciones

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González
Leonardo Núñez González
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Estados Unidos está a menos de 100 días de llegar a la elección presidencial en la que Donald Trump se someterá al escrutinio ciudadano para reelegirse o tener que retirarse y entregar el cargo a Joe Biden. La mayoría de las encuestas señalan que la ventaja de Biden sólo crece, pero algo más también está creciendo de manera peligrosa: la posibilidad de que Trump y sus seguidores no acepten los resultados de la elección.

En una entrevista realizada en Fox News, el periodista Chris Wallace le preguntó abiertamente a Trump si estaba insinuando que no aceptaría los resultados de la elección. El presidente dijo: “tengo que ver”. ¿Puede dar una respuesta directa, cuestionó el entrevistador. Trump insistió: “tengo que ver? No voy a decir solamente que sí. No voy a decir que no”. Días después, Trump publicó uno más de sus polémicos tuits, diciendo: “Con una votación universal por correo (no la votación en ausencia, que es buena), 2020 será la elección más INEXACTA y FRAUDULENTA de la historia. Será una vergüenza para los Estados Unidos. ¿Retrasar la elección hasta que las personas puedan votar apropiadamente, con certeza y seguridad?”.

Rápidamente la mayoría de políticos demócratas y republicanos se desmarcaron de la posibilidad de retrasar la elección, pues el presidente no tiene la facultad para cambiar la fecha de las elecciones y, de hecho, nunca en la historia de Estados Unidos se ha adelantado o retrasado la celebración de elecciones presidenciales. Sin embargo, miembros del gabinete de Trump han eludido la respuesta a la pregunta expresa de si el presidente podría retrasar la elección, ampliando la incertidumbre ya desatada por su jefe.

La crisis del coronavirus ha expuesto las múltiples fallas de los sistemas políticos alrededor del mundo, y, en el caso de las elecciones en Estados Unidos, no será la excepción. Desde antes de la llegada de la pandemia, los procesos electorales, basados en una multiplicidad de reglas y procedimientos diferentes en función de cada estado han mostrado vulnerabilidades que parecen extrañas de ver en la nación más rica del planeta. Más de tres semanas después de que fueron las elecciones primarias en Nueva York, por ejemplo, los resultados oficiales aún no habían sido publicados, pues el conteo de las boletas enviadas por correo fue lento y complicado.

Ante la posibilidad de que la pandemia obligue a incrementar sustantivamente la cantidad de votos que se reciben por vía postal en lugar de la casilla y que muchos estados no tienen la experiencia previa en la implementación masiva de dicho mecanismo, como sí sucede en otras entidades en donde el voto por correo es más común, los temores aumentan al existir la posibilidad real de que, al cierre de la noche electoral, no haya certeza de quién haya ganado los comicios. Y, en ese entorno, nada sería más perjudicial que una de las partes lanzándose a descalificar y desconocer los resultados. Más cuando esa parte se encuentra todavía con las riendas presidenciales en sus manos. Mucho se pondrá a prueba en ese proceso electoral.