Descentralización bélica ucraniana

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

El ejército ucraniano, apoyado financiera, técnica y armamentísticamente por aliados occidentales, ha logrado dar una vuelta de 180 grados a la situación que hasta hace unos meses parecía una inevitable victoria aplastante y sin contratiempos por parte de las fuerzas rusas.

Después de repeler a las fuerzas invasoras en Kiev, la lucha en la región oriental de Ucrania ha entrado en un punto de avances moderados por parte de ambos bandos, pero destaca una recuperación de espacios clave por parte de los ucranianos, como Járkov, la segunda ciudad más importante del país. Igualmente, el retiro de los rusos ha llevado a que en algunas regiones el repliegue sea hasta la frontera con Rusia, por lo que además de la recuperación territorial, se abre la posibilidad de que los ucranianos corten una parte de la cadena de suministros que llega desde la región nororiental a zonas clave más al sur, como la ciudad de Izium.

En los avances ucranianos ha jugado un papel muy importante la moral entre los combatientes, que hoy se encuentran motivados y creen que la victoria, aunque distante todavía, se encuentra a su alcance. Pero también es necesario destacar el importante rol que ha jugado la creación de estructuras militares sumamente descentralizadas en que, a pesar de que las autoridades centrales mantienen el control de los grandes objetivos bélicos, la implementación en el terreno y sus correspondientes decisiones tácticas están en manos de las fuerzas ahí presentes, lo que permite que las propias unidades desplegadas participen y decidan cómo convertir los objetivos en acciones específicas, como sucede en el caso, por ejemplo, del ejército de Israel.

Esta visión contrasta profundamente con la verticalidad de la mayoría de los ejércitos del mundo, en donde la cadena de mando y decisión se rige por una rigurosa e incuestionable pirámide en que el margen de acción autónoma es limitada. En el caso de Rusia, la centralización ha sido tan extrema que la incapacidad del equipo de Putin en el Kremlin para siquiera entender la realidad se ha traducido en órdenes inverosímiles que las fuerzas rusas tienen que tratar de cumplir a miles de kilómetros y que han terminado en el fracaso.

El contraste de resultados de estas dos visiones es enorme. En los últimos días, las fuerzas ucranianas destruyeron en un solo acto casi un batallón completo de alrededor de 60 vehículos y neutralizaron a más de mil soldados enemigos basados únicamente en las fuerzas de reconocimiento de drones operadas por miles de jóvenes ucranianos, así como en una estrategia en que un solo ingeniero estimó por su iniciativa el punto por el que los rusos intentarían cruzar un río en la región y, con esa información, pudo ayudar a que su unidad preparase el ataque devastador.

La invasión rusa a Ucrania no sólo transformará de manera significativa el orden mundial una vez que el conflicto termine, sino que obligará a repensar lo que creíamos saber sobre las estrategias bélicas exitosas en pleno siglo XXI. Contrario a lo que muchos creerían, en la descentralización se esconden grandes ventajas que los liderazgos del siglo pasado, que aún apuestan por el control férreo de las estructuras institucionales, son incapaces de ver.

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