La estrategia básica de un régimen populista en la antesala de cualquier elección medianamente competida es preparar el terreno con una serie de dudas o ataques previos contra las instituciones electorales para que, en caso de una derrota, pueda decirse que alguna fuerza obscura intervino en su contra y alegar fraude. Si recordamos los últimos meses de Donald Trump, por ejemplo, lo mismo dijo que las máquinas para contar los votos estaban hackeadas, que el servicio postal sembraba votos o que había manipulación de los resultados y que las elecciones no eran confiables.
No importa realmente si se trata de medias verdades o abiertas mentiras, en los regímenes populistas lo importante es sembrar la duda de que cualquier derrota sólo puede ser obra de un complot en contra del pueblo. Ese complot debe ser detenido o enfrentado, pues los populistas creen que nadie tiene legitimidad para oponérseles. Si este mensaje populista ya es peligroso en términos políticos cuando emana desde una posición de poder, como lo es un presidente, lo es más cuando se ve potenciado por los medios de comunicación que replican acríticamente las mentiras que se dicen desde el poder.
Un presidente que miente sistemáticamente ya no es noticia en el mundo porque se han normalizado entre los múltiples regímenes populistas y autoritarios que siguen avanzando y amenazando a las democracias. Donald Trump, por ejemplo, dio 30,573 declaraciones falsas y engañosas durante sus 4 años como presidente, de acuerdo con The Washington Post. Casi 20 mentiras diarias. Con semejante ritmo de declaraciones falsas, se vuelve muy difícil (y hasta inútil) tratar de combatirlas o desmentirlas siempre, por lo que eventualmente la mentira sistemática comienza a instalarse con comodidad hasta que es replicada acríticamente por los medios aliados del gobierno.
Recientemente una de las mentiras favoritas de Trump sobre el supuesto fraude electoral —que supuestamente las máquinas para procesar los votos hacían fraude al cambiar los votos— ha regresado en forma de demanda para poner sobre la mesa la perversa relación entre un gobierno mentiroso y los medios que replican esas mentiras. La empresa Dominion, que es una de las principales proveedoras de las máquinas para procesar los votos, demandó a la cadena Fox News por difundir y atizar el mensaje del supuesto fraude electoral sabiendo que no era cierto y dañando la imagen de la compañía, por lo que exige una indemnización.
El caso se ha convertido en un escándalo porque la investigación ha sacado a la luz las conversaciones entre los presentadores de noticias de Fox News reconociendo las mentiras del presidente y hasta burlándose de ellas, pues se han tenido que analizar los mensajes que se enviaban. El poderoso dueño de este emporio mediático, Rupert Murdoch, ha tenido que comparecer ante las autoridades y ha reconocido que varios de sus comentaristas replicaron deliberadamente las mentiras de Trump. Sin embargo, este reconocimiento llegó muy tarde, pues cuando tuvieron la oportunidad de decir la verdad, prefirieron repetir las líneas discursivas del poder y alimentar la crisis que derivó en los ataques al Capitolio del 2021. El telón ha caído, dejando ver la relación y simbiosis entre las mentiras de un régimen y sus medios afines.