El incremento de las tensiones alrededor del conflicto entre Ucrania y Rusia tiene un claro responsable: Vladimir Putin. En la mente del presidente ruso, la idea de recuperar Ucrania va más allá de los simples criterios geopolíticos y se enmarca en una misión personal por conquistar un territorio que, anclado en la añoranza del pasado, asumen como propio.
La Rus de Kiev fue la federación de tribus eslavas que gobernó en el noreste europeo entre los siglos IX y XIII. Desde la ciudad de Kiev, en la actual Ucrania, se expandió un imperio que abarcó desde el Mar Negro hasta el Mar Báltico, por lo que se considera el origen cultural común de las poblaciones de Rusia, Bielorrusia, Ucrania, entre otras. Kiev fue destruida durante la invasión mongola y eso trasladó el centro de poder hacia la zona actual de Moscú, mientras que la región ucraniana entró en un proceso de fragmentación y múltiples conquistas por diversos imperios. Este origen compartido es visto actualmente por Putin como una prueba irrefutable del derecho original que gozan sobre ese territorio, pues los intentos actuales para anexarla no son más que el resultado de un sentimiento de reunificación.
A pesar de que Ucrania mantuvo un fuerte vínculo con las naciones eslavas vecinas, su interacción con vecinos europeos, como Polonia, hizo que la identidad ucraniana no fuera absolutamente prorrusa, al extremo que durante la Primera Guerra Mundial, los ucranianos pelearon en los dos frentes: 3.5 millones como parte del Ejército Imperial Ruso y otros 250 mil del lado austrohúngaro. Sin embargo, después de un breve periodo como país independiente, Ucrania fue absorbida por la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, en donde se convirtió en uno de los principales centros de producción industrial del régimen soviético. Fue hasta el colapso de la URSS que, fuera del control absoluto del Kremlin, Ucrania se alejó del pasado soviético y comenzó a estrechar su relación con los países europeos, lo cual llevó a que en 1991 Ucrania se uniera al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte e iniciara incluso conversaciones para integrarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Para Putin, el acercamiento de Ucrania con sus adversarios es visto como una traición ilegítima, en donde potencias extranjeras han despojado a Rusia de algo que les pertenece.
De los 12 países originales de esta organización, hoy hay 30 naciones que forman parte de esta alianza militar, entre las que se encuentran muchos países que antes estaban bajo el control soviético, como Polonia, Estonia o Letonia. En el caso ucraniano, esto no se materializó debido a las constantes intervenciones rusas para detenerlo, pero la mayoría de los ucranianos se encontraba en favor de este giro proeuropeo, ante lo que Putin respondió con las intervenciones que hoy mantienen a Ucrania en una guerra civil contra independentistas apoyados por Rusia.
La movilización de miles de tropas a la frontera con Ucrania, así como la construcción de infraestructura necesaria para una invasión, forma parte de una clara provocación para justificar la escalada de hostilidades, pero también de una misión que Putin se siente llamado a realizar. El problema es que del lado ruso, no hay nada ni nadie que se oponga a su voluntad. Las probabilidades de que el conflicto estalle siguen creciendo.