Cuando el Presidente López Obrador presume su popularidad como el segundo mandatario del mundo con mayor aprobación, presenta la información de Morning Consult, en la que el primer lugar desde hace varios años es el primer ministro de India, Narendra Modi, con 70% de respaldo a su gobierno.
Modi acaba de enfrentar unas elecciones en las que, si bien ganó un tercer mandato para poder seguir gobernando, por primera vez no obtuvo los votos suficientes para tener mayoría, en una derrota que implicó perder 113 escaños, 20% del parlamento indio.
Por primera vez Modi tendrá que negociar con la oposición, pues su discurso de odio y las políticas populistas que ha impulsado los últimos años, muchas de ellas de corte abiertamente autoritario, han comenzado a pasarle factura. La política que Modi ha creado en India parte de la explotación de la identidad india y el nacionalismo como el centro de un conflicto con la pluralidad, en especial con la población musulmana que, a pesar de representar alrededor de 15% de los habitantes de India, sufre una severa discriminación desde la sociedad y, ahora, desde el gobierno.
Si Narendra Modi es popular es porque durante años ha atizado la hoguera del odio contra todos aquellos que opinan diferente a él o que se han atrevido a cuestionarlo y evidenciar las atrocidades que está cometiendo. Desde 2011 el gobierno ha atacado y eliminado a más de 20 mil organizaciones de la sociedad civil acusándolas de ser traidoras y títeres de agentes externos, muchas de las cuales eran incómodas para el gobierno por sus constantes críticas, análisis y documentación de las acciones de Modi. Sin esos trabajos no sabríamos que, por ejemplo, el gobierno de Modi ha formado grupos paramilitares que ejercen violencia para reprimir a sus críticos y los ha integrado como parte de la operación cotidiana del gobierno. Ha cerrado cadenas de televisión y medios de comunicación que lo cuestionan. Ha emprendido una campaña sistemática de discriminación y criminalización contra más de 200 millones de personas que son de una religión diferente a la suya.
Su herramienta principal para llevar esto a cabo ha sido el Partido Popular Indio (BJP, por sus siglas en hindi), que se convirtió en una fuerza hegemónica que monopolizó el poder. Creando fuertes programas sociales personalistas y con una retórica de ataque permanente a unos enemigos que son acusados de ser los responsables de todos los males del país, el BJP se convirtió en una fuerza política imbatible. Al menos así lo fue durante la última década que ha gobernado Modi.
Y, sin embargo, después de más de un mes de elecciones (porque la enorme cantidad de personas y el gran territorio de India impiden que se realicen comicios simultáneos cuando las urnas necesitan viajar por días para llegar a comunidades remotas), una coalición de 15 diferentes partidos de oposición que se ha plantado frente al gobierno ha logrado arrebatarle la mayoría legislativa. Le tomó una década. La India de hoy es víctima de una polarización y un sistema más autoritario que no había antes, pero la pluralidad, que fue ahogada y pisoteada por el gobierno de Modi, ha respondido. Veremos cómo será la política de un populista obligado a negociar con la oposición.