Una de las consecuencias no esperadas de la guerra de Rusia con Ucrania ha sido la exposición de Reino Unido como el centro de una buena parte de los esquemas de defraudación y ocultamiento de riquezas del mundo.
De acuerdo con una investigación del Proyecto de Reporteo sobre Crimen Organizado y Corrupción (OCCRP, por sus siglas en inglés), han logrado identificar al menos 17 mil 500 millones de dólares en activos de oligarcas rusos escondidos mayormente en Reino Unido.
Para comprender por qué Reino Unido se convirtió en uno de los lugares favoritos para que los oligarcas rusos (y una buena parte de todos aquellos que por una razón u otra quieren esconder sus fortunas) colocaran sus activos, es necesario recordar que tenemos un grave problema internacional no resuelto que son los paraísos fiscales.
Un paraíso fiscal no es más que una jurisdicción en la que hay bajos impuestos a la riqueza, con una gran seguridad jurídica que dificulta que los dueños puedan perder su dinero y en la que hay una protección particularmente fuerte de la identidad de quienes ahí tienen sus recursos. En el caso de Reino Unido, algunos de los remanentes de su imperio que siguen dentro de su poder, como las Islas Caimán, las Islas Vírgenes Británicas o las Islas del Canal de Suez se han convertido en el centro de diversas redes de empresas que son utilizadas para dificultar identificar a los verdaderos dueños del dinero. Estas islas no siempre sirvieron para esconder fortuna como hoy, pues son consecuencia de un arreglo económico que se salió de control.
Después de que la crisis del Canal de Suez de 1956 —en que la presión política de Estados Unidos y la Unión Soviética obligó a Reino Unido a retirar su ejército de Egipto y reconocer la nacionalización del canal— provocó que se incrementaran las presiones sobre la primacía de la libra esterlina en el mercado internacional, el Banco de Inglaterra ordenó una prohibición temporal a los bancos para prestar dinero a ciudadanos no británicos. Esto puso en riesgo una larga área de negocios de los bancos privados, por lo que informalmente se les permitió continuar realizando estas transacciones, siempre y cuando fueran entre ciudadanos no británicos y que se realizaran en moneda extranjera. Dadas estas consideraciones, las operaciones se mudaron formalmente a los lugares que se convertirían en paraísos fiscales, en donde rápidamente se tejieron complejos esquemas de triangulación de recursos, en donde el origen de la riqueza podía diluirse y finalmente regresar sin cuestionamientos a Londres, en donde se convertía en lujosas propiedades, yates o vehículos de lujo.
El proyecto Radar de Activos Rusos, que es la investigación del OCCRP que ha seguido la riqueza oculta de los oligarcas rusos, se ha alimentado de los trabajos de Alexei Navalny (el opositor ruso hoy encarcelado que documentó desde su Fundación Anticorrupción los vínculos de poder y enriquecimiento alrededor del Kremlin) para identificar este esquema. Sin ese trabajo de la sociedad civil, los oligarcas podrían seguir escondiendo impunemente todos sus recursos. El problema es que sólo conocemos una parte de las riquezas mal habidas que personas de todo el mundo han escondido en estos paraísos. Debemos seguir investigando.