Traidores a la patria en Myanmar

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González
Leonardo Núñez González Foto: La Razón de México

La democracia es un sistema sumamente frágil que puede derrumbarse con facilidad y, si los ciudadanos son expulsados de la vida pública por el autoritarismo, recuperar la libertad de elegir puede convertirse en una tarea titánica en la que incluso se puede perder la vida. Uno de los casos más dramáticos que merece nuestra atención es el de Myanmar, que desde el 1 de febrero se encuentra bajo el dominio de los militares.

Han pasado casi 4 meses del golpe de Estado en el que los militares decidieron desconocer la aplastante derrota electoral que sufrieron y simplemente tomaron por la fuerza el poder. La sociedad birmana se ha enfrentado al dilema de soportar resignadamente el regreso al autoritarismo o salir a las calles para levantar la voz. Después de haber saboreado brevemente un sistema que avanzaba hacia la democratización, la amenaza de perder todo el terreno ganado y volver a la sumisión ante los militares ha hecho que los ciudadanos pierdan el miedo y se enfrenten a unos militares que están dispuestos a asesinarlos con tal de conservar el poder. Además, se enfrentan prácticamente solos al régimen, pues los militares simplemente han cortado toda conexión a Internet, lo que ha dificultado enormemente la capacidad de organización, documentación, denuncia y visibilización de la brutalidad que están viviendo.

La ferocidad de los militares para silenciar y detener las movilizaciones es aterradora, pues en estos 4 meses casi mil manifestantes han sido asesinados. Para los militares, las ideas democráticas de resolver los conflictos mediante la negociación o el valor de la pluralidad de voces en la política son totalmente irrisorias y, por el contrario, cualquier voz que se alce contra ellos rápidamente es catalogada como la acción de un enemigo. Y la solución de los militares para enfrentar a un enemigo es siempre clara: la aniquilación.

La aniquilación se está dando en las calles y también se está dando en el plano político. Los militares han prometido que en el futuro se celebrarán unas nuevas elecciones, pero la comisión electoral, convenientemente designada también por la Junta Militar, ha señalado que tiene que tomar acciones para evitar un terrible fraude electoral como el que sucedió en las últimas elecciones y que, por lo tanto, la Liga Nacional por la Democracia, que es el partido que los derrotó en las urnas, debe ser disuelto y sus integrantes deben ser juzgados como traidores a la patria. Estas palabras han sido utilizadas literalmente por las nuevas autoridades. Quienes los derrotaron en las urnas y obtuvieron el 58.6% de los votos de los ciudadanos son los traidores a la patria. Ellos, los pobres soldados que asesinan a sus ciudadanos inconformes, son las víctimas y los patriotas.

Vernos en el espejo de la fragilidad de las democracias resulta indispensable para comprender que para que este sistema se mantenga con vida, los ciudadanos tienen que alimentarla y defenderla día con día, pues los pasos que se dan hacia atrás, por pequeños o grandes que sean, pueden tardar años, sudor y sangre para ser recuperados. Levantar la voz por los ciudadanos de Myanmar es necesario, así como levantar la voz por cualquier amenaza autoritaria en el mundo.

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