“Recontratransferencia”

COLUMNA INVITADA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El psicoanálisis en el habla cotidiana

Algunas palabras que forman parte del cuerpo teórico del psicoanálisis, en la ciudad de Buenos Aires, integran el vocabulario habitual de muchas personas ligadas a ámbitos intelectuales o no tanto. Desde luego que la complejidad teórica de tales términos ha sido desplazada hacia otros sentidos coloquiales.

Es probable que el germen de la potencia de seducción y proliferación de dichos términos radique en el modo en que Sigmund Freud, creador de la teoría, utilizara para construirla, motivado por la necesidad de nombrar fenómenos desatendidos por la ciencia de su época. En consecuencia, para plantar bandera en terrenos inhóspitos, el padre del psicoanálisis recurrió a términos del lenguaje corriente, la mitología y las grandes producciones culturales de la historia (tragedia griega, biografías de grandes personajes, obras literarias, cuentos tradicionales y folklóricos, refranes populares, etc.).

Complejo de Edipo y acto fallido

Complejo de Edipo, falo, transferencia, contra-transferencia, inconsciente, acto fallido, yo, ello, superyó, libido, asociación libre, atención flotante y muchos otros términos han iniciado desde hace tiempo una circulación vertiginosa y de alta frecuencia en el circuito del habla cotidiana porteño, independizándose de significaciones exclusivamente ligadas a la teoría y cobrando vida propia, comenzando a transitar así los más insospechados caminos.

Por ejemplo, “Edipo no resuelto” es una de las maravillas engendradas en esta aventura comunitaria, que se corporiza en una voz al sur de las Américas y habla a quienes la difunden. “Edipo no resuelto”, dicho de manera despectiva, puede devenir un insulto gravísimo para aquel a quien va dirigido tal “diagnóstico” (muy a menudo algún novio que, según la consideración de la dama, estaría demasiado apegado a las faldas de su madre). Sin embargo, también se puede escuchar el sintagma dicho con matiz intelectualoide y comprensivo, aplicado a algún supuesto inmaduro. Si lo más curioso es la utilización del epigrama como un insulto o la suposición de que algo llamado complejo de Edipo podría resolverse de algún modo alguna vez, no lo sé.

Un ex-presidente de los argentinos, en un acto partidario en vísperas de elecciones, luego de un extenso discurso para presentar a su favorito, al candidato que sería su prohijado en la disputa, pretende cerrar su pieza oratoria con el nombre del nuevo delfín. Sin embargo, lo que pronuncia es otro nombre. No cualquiera: justamente el de su principal opositor. Por supuesto, el nutrido auditorio irrumpe en carcajadas y el carismático presidente, con una sonrisa en los labios, dice: “Bueno, es un acto fallido”, y refiere que ahora será objeto de las bromas de los programas de televisión (en esto no se equivocó).

El falo de la mujer

Acto fallido, desde luego, es eso: errar la meta de un propósito, en este caso lingüístico (un lapsus linguae, si nos ponemos detallistas). Sin embargo, para el psicoanálisis, lo interesante del acto fallido es la certeza de que justamente ese yerro representa lo más genuino de todo el discurso. Pero, desde luego, esto en el dispositivo psicoanalítico; de lo contrario, se trata de una simple anécdota, como esta situación cómica que acabo de mencionar. No obstante, varios programas televisivos de entretenimiento (y otros “serios”), incluso algunos ornamentados con un diván y una foto del mismísimo Freud, pretendían darle al mero equívoco estatuto de síntoma.

Hasta aquí, como vemos, los derroteros de estos términos son desopilantes. Pero si pretendemos seguir los senderos del falo, podemos llegar a encontrarnos vaya uno a saber con qué. En principio, habría una especie de prejuicio en el sentido de que el falo es el pene. Sin embargo, en psicoanálisis, esta definición no se zanja tan fácilmente.

Modalizado como adjetivo calificativo, no es raro escuchar al falo dicho de una mujer: “Ella es muy fálica”. Esto se suele oír en boca de algún hombre probablemente inhibido en sus ganas de acercarse a la merecedora del epíteto. Inhibición tal vez correlativa de cierto carácter enérgico, acaso anudada a logros sociales o profesionales importantes por parte de la portadora del adjetivo, que a lo mejor intimidan al caballero debilitando la fuerza de su deseo. Luego, con un desdén similar al de la zorra por las uvas, podemos escuchar acerca de la supuesta fálica que “es muy masculina” o “parece un macho”. Estos últimos asertos señalizan un sendero que tiene por destino la entrepierna.

Transferencia, contratransferencia y después…

En cuanto a la transferencia, podríamos decir, sin duda, que es uno de los ejes fundamentales del dispositivo analítico. En la teoría, este concepto refiere a un modo muy singular de relacionarse el paciente con su analista. Uno de los componentes básicos de este vínculo, trabajado extensamente por múltiples autores, comenzando por Freud en los inicios del siglo pasado, es el amor. El amor de transferencia es un tema sumamente delicado y condición del tratamiento. En cuanto a la contrapartida de esta relación de dos cuerpos mediada por palabras, el analista se abstiene de satisfacer la demanda amorosa como condición que posibilite la apertura de un campo de trabajo posible.

Algunas corrientes de psicoanálisis teorizan y proponen como herramienta de trabajo el factor contra-transferencial. La contra-transferencia vendría a ser el análisis de los componentes afectivos que la experiencia del vínculo moviliza en el terapeuta.

Recientemente, un amigo mío allegado al ámbito psi -aunque no es analista tiene una amplia lectura de libros sobre el tema y una gran experiencia analizante- me comenta que está trabajando en un nuevo proyecto: inaugurar su propio bar. Le gustaría que su local, en las proximidades de la Facultad de Psicología, funcionara como punto de encuentro de psicólogos y estudiantes. Le pregunto si ya pensó qué nombre le va a poner. Con entusiasmo y enunciación de Eureka me dice: “¡Recontratransferencia!”.

* Martín Alomo es Psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Especialista en Psicología Clínica. Docente del Doctorado en Psicología y de la Maestría en Psicoanálisis (UBA). Codirector de la Maestría en Psicopatología (UCES). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020); Clínica de la elección en psicoanálisis. Vol. I y II (Letra Viva 2013); La elección en psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico (Letra Viva 2013).

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