A lo largo del siglo pasado, México se distinguió por abrir sus puertas a refugiados de distintos países que venían huyendo del hambre y las terribles guerras que azotaron Europa. Tanto el gobierno como la población dieron facilidades para que pudieran empezar de nuevo. La mezcla de culturas y tradiciones enriqueció nuestra tierra, ya que la mayoría fue gente que trabajó arduamente para salir adelante y empezar de nuevo.
La literatura se ha encargado de recoger historias que muchas veces superan la ficción. Algunas basadas en testimonios y personajes reales que narran la llegada de cientos de emigrantes a nuestro país.
Una de las historias más impresionantes es Aquellas horas que nos robaron, de Mónica Castellanos, donde se narra la increíble labor que realizó Gilberto Bosque en calidad de cónsul de México en Francia, al término de la guerra civil española y al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Con la ayuda del Gobierno de México, ayudó a que cientos de personas llegaran a nuestro país, rescatándolas de los distintos campos de refugiados que se habían establecido en Francia. Esto lo realizó aun a costa del peligro que corrían él y su familia. Distintas historias de niños, jóvenes, artistas e intelectuales se entrelazan para que el lector conozca la enorme labor que consiguió que republicanos españoles y, más tarde, judíos de toda Europa, pudieran llegar sanos y salvos a nuestro país, ya que “es el egoísmo el que establece fronteras y el amor el que las borra”.
La niña polaca, de Mónica Rojas, narra la historia de Ania, una joven que es deportada junto con toda su familia a los campos de trabajo de Siberia (Gulags), cuando el ejército ruso invade la parte norte de Polonia, al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cuando en 1941 Hitler traiciona a Stalin invadiendo territorio Ruso, las cosas cambian para Ania y su familia. El gobierno de aquella nación en el exilio, con el apoyo de los países aliados, logra liberar a los polacos de los campos de trabajo. Algunos se alistarán al ejército ayudando a los aliados a expulsar a los alemanes, mientras que los civiles recorrerán el país hasta llegar a la frontera con Irán. Ahí recibirán un refugio temporal mientras son trasladados a distintos países africanos de la mancomunidad británica y algunos otros a México. El gobierno mexicano había firmado un acuerdo con el gobierno de Polonia para recibir a 500 refugiados en una hacienda a las afueras de León, Guanajuato. Durante los años que restaron para que la guerra finalizara, los polacos recibieron educación y salud, también pudieron aprender oficios y trabajar en la finca. Estados Unidos fue el encargado de financiar el programa, y una vez que la guerra terminó, algunos de estos polacos se establecieron en nuestro país.
Durante la guerra civil española, el gobierno republicano buscó establecer hogares temporales para los niños que sufrían el horror del conflicto armado. Algunos de ellos habían quedado huérfanos, mientras que otros fueron enviados temporalmente por sus familias para evitar que pasaran hambre. Otros fueron enviados a Rusia, Francia, Inglaterra y a México. Recuérdame, de Mario Escobar, narra la historia de tres de estos niños que llegaron a Morelia en un acuerdo temporal. Sus padres estaban comprometidos con la causa republicana y pensaron que la invitación del Gobierno mexicano era una buena alternativa para evitarles el horror de una guerra. Pero el viaje no fue fácil. Separarse de su familia y sus raíces en un país al otro lado del mundo, será una dura prueba para Marco, Ana e Isabel.
La guerra y el hambre son dos de los factores que obligan cada año a cientos de personas a abandonar su patria e incluso su familia. Historias desgarradoras que siempre sirven como testimonio de resiliencia y agradecimiento a la vida, y México se ha distinguido siempre por ser un país amable dispuesto a cobijar a los inmigrantes.