En el clóset, sólo guardo al silencio

GENTE COMO UNO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Esta columna la dedico a mi tío abuelo Antonio, donde sea que

haya quedado su tumba en el exilio, nunca en nuestro olvido.

Yo tenía 6 años cuando acompañaba a mi mamá a visitarlo, a escondidas del resto de la familia, del otro lado de la frontera. “No le vayas a decir a Mamá Lile que lo vimos, porque se enoja” me decía.

¿Qué tenia de malo ser homosexual en los 70´s?… ¡Todo!

Soy una comunicadora heterosexual que defiende y siempre defenderá los derechos de la diversidad, porque en mi vida cotidiana y en mi familia, he visto sufrir mucho a muchos, imperdonablemente, víctimas de la ignorancia de un círculo familiar o social, que dolorosamente optó por quedar atrapado en el “qué dirán”.

Integrantes de la comunidad LGBT+ protestan en contra de la violencia hacia ellos, durante el Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Bifobia y Transfobia, el miércoles pasado.
Integrantes de la comunidad LGBT+ protestan en contra de la violencia hacia ellos, durante el Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Bifobia y Transfobia, el miércoles pasado. ı Foto: Cuartoscuro

En mi entorno social y familiar hay dolorosos exilios, y sentencias a vivir avergonzados por ser o preferir “diferente”. Y lamento tanto que no entiendan que en esas circunstancias todos pierden, el exiliado y el que exilia, porque la culpa les acompañará SIEMPRE. Ni lo duden.

Me sumo a la presión sobre el poder legislativo para que voten YA a favor de prohibir los Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género, las mal llamadas Terapias de Conversión.

Porque son un acto de TORTURA. No son ninguna “terapia” y no hay nada que “corregir”.

Aquellas personas que se venden como terapeutas que ayudan a corregir la orientación sexual de una persona, NO son profesionales de la psicología o la psiquiatría. Son embusteros que lastiman la autoestima de personas que NO están enfermas.

Pretender convencer a una persona de que tiene una enfermedad que No tiene —porque ser homosexual no es una enfermedad— debe ser considerado un delito mayor.

De hecho es una negligencia médica tan criminal como cualquier otra.

Y si hubiera algo que corregir psicológicamente en algunas personas que tienen una orientación sexual distinta a la establecida socialmente por el género con el que nacieron, no es en su preferencia sexual en lo que hay que trabajar, sino quizá en la aceptación sana de ser homosexual, bisexual u otras, con apertura y dignidad, para vivir en libertad interior, exterior y felicidad.

Porque el fin primero de nuestra preciada vida humana es la felicidad individual… y luego todo lo demás.

Aquellos que prefieren omitir el tema de la diversidad en sus agendas, por convicción, costumbre por la educación que recibieron, mercadotecnia, religión o lo que sea, merecen todo el respeto también.

Pero lo que es inaceptable es la discriminación sistemática, la desinformación publicada y los discursos de odio. Por eso NO aceptaré para mí, ni para nadie, etiquetas crueles e injustas.

Desde el jueves pasado, he sido blanco de una inmensa cantidad de mensajes de odio, prejuicio, ignorancia y hasta un par de amenazas.

No me victimizo, porque desde que se inventó Twitter estoy bastante acostumbrada. Pero cuando se trata de temas sobre la diversidad sexual, claramente el desprecio arrecia hasta límites insospechados.

¿Por qué les molesta tanto y les resulta tan incomprensible? ¿Porque se sale de la caja que esta defensa venga de una persona heterosexual? ¿les parece que solo siendo la causa hay que defenderla?

El día de la lucha contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, luego de mi participación como oradora en el Senado de la República, como vocera de organizaciones civiles y representaciones diplomáticas, mis redes sociales se llenaron de insultos, injurias y se atrevieron a incluir a mi hija en sus ofensas y mofa, pidiéndome además, que me salga del clóset o me calle la boca.

A ellos, les tengo dos noticias:

Ni estoy dentro de ningún clóset, ni me voy a callar la boca. Mi compromiso como comunicadora es y siempre será con la LIBERTAD de expresión y la lucha en contra de las violaciones a los derechos humanos, en este y en cualquier otro terreno.

Yo entro en la agenda de la diversidad con información seria. Investigo, pero también cuestiono, para no juzgar desde la ignorancia y tratar de explicar por qué somos como somos y por qué los derechos que se convierten en leyes deben defenderse y aplicarse.

Yo invito a todos esos odiadores de los temas de la diversidad, a una reflexión profunda sobre el respeto de ser y hacer, propio y ajeno. Si no quieren estar cerca del tema o de las personas diversas, está bien. Aléjense de ellos, están en su derecho.

Pero por favor no promuevan discursos de odio. No necesitamos más de eso en un país tan lastimado por la violencia como el nuestro. Tan polarizado como el nuestro y con tantos crímenes por homofobia como el nuestro. No necesitamos más de lo que ya tenemos.

Vivimos en una tierra fértil para muchas cosas, no la sequemos con odio.

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