Un escalador ciego redefine la oscuridad: Rafa Jaime

GENTE COMO UNO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Cuando vi circular la noticia de la llegada a la cumbre del Everest —el punto más alto del mundo— del primer alpinista mexicano ciego, Rafa Jaime, no pensé en otra cosa que en encontarlo, para hacerle mil preguntas, detrás y delante de las cámaras.

El atleta y conferencista Rafael Jaime, en algunas de sus expediciones.
El atleta y conferencista Rafael Jaime, en algunas de sus expediciones.

Porque yo también soy una mujer a quien un día una montaña también le cambió la vida; sus veredas, sus sonidos y sus silencios, fueron el mensaje que amplió el espectro de mi mirada del mundo y la razón de las historias que hoy quiero contar y por qué quiero contarlas.

Ascendiendo el Pico del Fraile, en el Nevado de Toluca, en algunos tramos cortos hice el ejercicio de cerrar los ojos, seguir caminando e intentar encontrar la pisada firme en ese arenal lleno de rocas sueltas, a oscuras. ¡Vaya reto!

Ahí entendí que ese deportista ciego, obsesionado con superar todo el tiempo sus propios límites, que tiene la disciplina de levantarse todos los días a las 4 de la mañana, a prepararse un café, se esmera en estirar al máximo los 4 sentidos que le quedaron, para vivir con intensidad esa vida en la que hace 14 años dejó de salir el sol.

Cuando estuve frente a él me sorprendió, primero su estatura de 1.92, y luego su mirada, perfectamente dirigida hacia mis ojos, aun cuando ninguno de los suyos ve absolutamente nada.

Rafa percibió claramente, dónde estaba mi mirada y mi hambre por contar su historia.

Este hombre de 33 años, se ha sobrepuesto dos veces al cáncer, un retinoblastoma que lo atacó por primera vez a los 4 años, cuando con suerte lograron salvarle un ojo. Pero cuando la enfermedad regresó a sus 18 años, lo dejó completamente ciego.

Ese cáncer llegó “en el momento más apropiado”, me dijo; porque la que se estaba yendo por un tobogán de alcohol y drogas era su vida y esa espiral de autodestruc- ción sólo la pudo frenar el cáncer, en aquel cuarto de hospital en Guadalajara.

El atleta y conferencista Rafael Jaime, en algunas de sus expediciones.
El atleta y conferencista Rafael Jaime, en algunas de sus expediciones.

“Al estar solo en la habitación a oscuras, me daba cuenta que así iba a ser mi vida y no lo procesaba, ni siquiera estaba convencido de querer salir”, me dijo el mismo que meses después comenzaría a ganar competencias en albercas y pistas de carreras, en triatlones y ultramans, hasta descubrir la alta montaña.

“Entendí que la vida jamás se iba a adaptar a mí, que era más fácil que yo me adaptara a la vida. A las cuestiones sociales, económicas. A lo que fuera.” Y la realidad es que la vida es así, con vista o sin ella...

“Como ser humano estira sus límites al máximo”, me contó Axel Palomares, el guía de alta montaña que llevó a Rafa a su primer ascenso de montaña en el Pico de Orizaba, donde por primera vez probó ese sonido y sensación del viento de montaña, y las rocas al tacto de sus manos, que pronto se convirtieron en efectivos ganchos.

Su padre, Don Rafael Jaime Palafox, fue quien le compró su primer bastón, sin imaginar que su hijo pronto sustituiría esa herramienta para no tropezarse, en bastones profesionales para senderista, que lo llevarían a clavar banderas de México en cimas difícilmente imaginables para él, o para cualquier ser humano con los 5 sentidos.

¿Cómo te gustaría ser recordado?, le pregunté y él inmediatamente desvió la “mirada” al horizonte, como si se estuviera visualizando a ése que describió como “alguien que le faltó al respeto a la vida” porque destruyó los paradigmas personales y sociales.

“Cuántas personas no me dijeron que no iba a poder subir el Everest porque no veía, porque estaba peligroso... Eso para mí es faltarle al respeto a la vida: Ir en contra de los pronósticos. De hecho, estoy vivo porque fui en contra de los pronósticos.”

Por eso yo digo que la montaña nos habla. La cumbre dimensiona nuestras limitaciones y nuestras facultades, a veces las potencia, como en el caso de este escalador que según cuentan la leyenda, “segurito lleva ojos escondidos en las manos y en los pies”.

Así logró llegar a la cima más alta del mundo, siendo ésta la sexta de las siete que se impuso como meta: alcanzar la más altas de cada continente. Sólo le falta una, en los Himalaya y su expedición sale en septiembre próximo.

Rafa Jaime intentará rebasar los 8 mil metros, la famosa zona de la muerte, “quiero ser la primera persona ciega en el mundo que sube un ochomil sin oxígeno suplementario”, me dijo este senderista temerario que asegura que su límite estará en su último aliento.

Y ahí es donde uno se pregunta, ¿cuál ceguera? ¿cuál oscuridad?....

El atleta y conferencista Rafael Jaime, en algunas de sus expediciones.
El atleta y conferencista Rafael Jaime, en algunas de sus expediciones.
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