Feminicidio Emocional

GENTE COMO UNO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El 25 de noviembre de 2019, el mismo día que miles de mujeres marchaban en la Ciudad de México en el Día Internacional Contra la Violencia de Género, Abril Pérez Sagaón fue asesinada a tiros cuando viajaba en su vehículo, por dos sujetos en motocicleta que le dispararon a quemarropa frente a sus dos hijos.

María Elena Esparza e integrantes de Ola Violeta, durante la marcha del M8 pasada.
María Elena Esparza e integrantes de Ola Violeta, durante la marcha del M8 pasada. ı Foto: Especial

La orden para este crimen, la dio su exesposo. Un hombre exitoso con el que estuvo 25 años casada, todos ellos, sometida a una violencia psicológica que fue escalando hasta matarla.

La violencia institucional no estuvo ausente. Un juez subestimó la denuncia de Abril aun luego de haber demostrado haber sido despertada a batazos por su marido, quien hoy sigue prófugo, con Ficha Roja de la Interpol y que igual la mató.

Este caso, lo puso de ejemplo María Elena Esparza Guevara en el Consejo Ciudadano de la CDMX, cuando hace unos días acompañé a una víctima de violencia sexual y psicológica, que ante sí misma no dimensiona su condición, la acepta y justifica a su agresor.

Presente en la sesión, María Elena se comenzó a percatar a través de preguntas muy específicas a la víctima, que se trataba de una potencial blanco de FEMINICIDIO EMOCIONAL.

María Elena Esparza Guevara, presidenta fundadora de Ola Violeta, organización que atiende violencia de género y de forma particular la psicológica, que es la modalidad más frecuente entre los 5 tipos de violencia contra las mujeres que se describen en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (psicológica, física, patrimonial, económica y sexual).

En México 51.6% de las mujeres mayores de 15 años han sufrido violencia psicológica, es decir 48 millones 732 mil 991 víctimas, de acuerdo al último estudio del INDRE presentado apenas en agosto pasado.

Esparza ha realizado múltiples investigaciones y detectó que hay pocas referencias de cómo atender las consecuencias de la violencia psicológica, y acuñó el término de “feminicidio emocional” como parte de una tesis de doctorado.

“Me di cuenta del gran impacto de la violencia psicológica y lo más importante, que no sabemos que somos víctimas. No sabemos, no nos asumimos como víctimas y por eso no pedimos ayuda”.

Durante el 2022, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México recibió 7 mil 522 llamadas de auxilio por casos de violencia contra las mujeres, en lo que va de este año —al 1 de junio— llevan 4 mil 926 y el 85% de estas, es por violencia psicológica.

María Elena Esparza hace una relación entre esta disciplina y su objeto de estudio en el sentido en cómo se conectan el cuerpo y la mente, pues señala que las víctimas que son muy violentadas psicológicamente llegan a desconectarse de su propio cuerpo para no sentir más dolor y, lo más delicado es que la desconexión del mundo convierte a la persona en una víctima letal.

Algodícea es como lo define María Elena, un término peculiar que se refiere a la manera en que se entiende o se transita a través del dolor, en su texto lo describe como un nuevo modo NO de vida, sino de supervivencia.

El dolor se normaliza para no sentirlo, como cuando se entra en estado de shock por una fractura de hueso, porque si no el cuerpo colapsa, se convulsiona.

“Algo así es lo que pasa cuando la violencia psicológica es recurrente”, me dijo María Elena en una transmisión en vivo que hicimos para abordar el tema… “como el entorno no me cree, como el entorno me dice que no exagere, que no me queje, que no sea intensa, como el entorno me ha enseñado a que no puedo validar mis emociones y que es mejor guardarlas y sufrirlas en silencio y como el propio cuerpo tiene que procesar de alguna manera eso, se entra en un cautiverio, un secuestro”

Y como pasa con el síndrome de Estocolmo, la víctima de violencia psicológica desarrolla una relación de codependencia con su agresor, se invalida y entra en un limbo… “A ese limbo es al que le llamo feminicidio emocional. Ahí ya la víctima no distingue si está bien, si está mal. ¿Realmente estoy enojada?, ¿lo digo o no digo? ESTÁ ANULADA”.

Este “secuestro” alcanza en muchas ocasiones a las personas que están alrededor, los hijos, familiares, amigos, etc. La víctima entonces sigue desapareciendo como víctima porque vive con miedo, no solo de lo que pueda pasarle, sino de lo que pueda pasarle a los suyos.

“El miedo es el caldo de cultivo perfecto para generar una víctima perfecta, el miedo actúa como el mecanismo que está inhibiendo permanentemente ese dejo de voluntad que quedaría”.

En este fenómeno es sumamente importante entender que el más mínimo indicio de violencia psicológica puede decantar en un feminicidio, porque si no nos asumimos como víctimas, no asumimos tampoco el riesgo que corremos.

Ola Violeta, dirigido por María Elena Esparza Guevara, atiende específicamente estos casos y el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México tiene una línea de atención 24 horas en el número 5555335533.

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