El mercado negro de especies es uno de los más redituables en el mundo, solo después del contrabando de drogas, armas y explotación. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente señala que las ganancias ilícitas se estiman hasta en 100 mil millones de dólares anuales y el caso de los mercados es uno de los focos de mayor proliferación de este crimen.
Jaulas en el piso con animales asustados y heridos fue parte del escenario sobre la avenida Fray Servando Teresa de Mier el pasado 4 de noviembre, luego del incendio de algunos locales del popular Mercado de Sonora.
El incidente evidenció nuevamente lo que por años se ha venido denunciando y que nadie atiende: el comercio irregular de animales domésticos y exóticos, en estado de desnutrición, deshidratación y hacinamiento.
La Agencia de Atención Animal logró asegurar 35 gatos que presentaban entre otras cosas, pulgas, enfermedades respiratorias y gastrointestinales. Más de 20 de estos animales siguen bajo atención médica en el Hospital Veterinario de la Ciudad de México, pero nadie irá a reclamarlos, porque nadie se acercó nunca a firmar las actas de resguardo correspondientes.
Pero también en la alcaldía Venustiano Carranza, se encuentra el Mercado Mixhuca, el segundo más popular por su venta de animales, donde se pueden encontrar especies exóticas con ejemplares colgados en bolsas de plástico para su exhibición y venta.
Hay desde pequeños lagartos y serpientes, hasta especies en peligro de extinción, y por varios miles de pesos más se pueden adquirir guacamayas o búhos. Hay peceras llenas de animales que —al igual que en el Mercado de Sonora— sobreviven casi sin oxígeno, ni alimentación, en condiciones deplorables.
En la Ciudad de México, hace exactamente un año, en un par de domicilios de Iztapalapa, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente incautó casi 13 veces el número de animales que habitan el Zoológico de Chapultepec. Eran más de 15 mil ejemplares entre tucanes, pericos cabeza amarilla, tarántulas, monstruos de Gila y muchos más.
Entre 2019 y 2020, se reportó un aumento del 660% en animales incautados por la Profepa, lo que resulta otro de los extraños efectos que la pandemia ayudó a proliferar.
La Ley de Protección a los Animales de la CDMX estipula que todo hecho, acto u omisión que pueda ocasionar dolor, sufrimiento, poner en peligro la vida de un animal o su bienestar, es considerado un acto de crueldad que debe ser sancionado.
Otro artículo establece específicamente que queda prohibido, por cualquier motivo, vender animales vivos en mercados públicos, sin embargo dicha actividad sucede con la mayor impunidad.
La ley señala que los establecimientos de venta de animales de compañía deben tener buenas condiciones sanitarias, adecuadas a las necesidades de los animales que alberguen, disponer de comida y agua suficiente, un lugar para dormir y personal capacitado para su cuidado, así como servicio médico veterinario. La mayoría de las veces no sucede así.
Urge legislar en la materia antes de que el fenómeno se convierta en un problema de salud pública. El Congreso de la Ciudad de México ya cuenta con una iniciativa al respecto que bien valdría la pena desempolvar, porque lo exhibido en el Mercado de Sonora es un crimen que sucede en más lugares de lo imaginado.
El diputado panista Federico Döring Casar, presentó el 12 de octubre pasado una iniciativa para reformar la Ley de Salud y la de Protección de los Animales, con el objetivo de controlar y prevenir un brote de enfermedades que desencadenen fenómenos como el de 2009 con la influenza AH1N1 o el del SARS-CoV-2, cuyo origen fue la posible transmisión de un animal a un ser humano.
“Se propone expedir una lista de los animales que son aptos para el consumo humano, pudiendo ser sólo estos los que se comercien, a fin de reducir el riesgo de que se transmitan enfermedades a los seres humanos”, dice la propuesta del blanquiazul.
Además, agrega que los animales que por motivos religiosos, tradición cultural o costumbre sean parte de la alimentación básica, se vendan sólo bajo estricta supervisión y en locales establecidos que cuenten con autorización.
La iniciativa panista sin duda es perfectible, pero al menos alguien ya puso el tema sobre la mesa, incluso antes del incendio del Mercado de Sonora, donde al parecer nadie quería ver al “elefante morado en la sala”.
Y es que se trata de años de impunidad, con la que han operado diversos lugares físicos y hoy también virtuales, tolerados por las autoridades de todas las administraciones, incluyendo la actual, que se sigue haciendo “ojo de hormiga” frente a este delito, como quedó claramente expuesto…