Esta semana un tema que se debatió y criticó con gran fuerza entre la opinión pública, fue algunos nombramientos del nuevo cuerpo diplomático mexicano, como si fuera una novedad el hecho de en algunos casos es un “premio a la lealtad”, de “consolación” o alguna “salida honrosa”, y ahí está la historia para demostrarlo.
¿Desde cuándo la totalidad de los embajadores y cónsules mexicanos han sido de carrera? Con esto no quiero decir que lo hecho esté bien, pero la realidad es que no hay ninguna novedad en ello.
El internacionalista Fausto Pretelin en su columna de El Economista esta semana hizo un interesante recuento de tantos “premiados” o improvisados en la historia del Servicio Exterior Mexicano, recordando nombres como el del exgobernador de Veracruz Fidel Herrera, quien sin experiencia diplomática ninguna y dejando detrás mucho que explicar en la administración de su estado, terminó de Cónsul en Barcelona.
Fernando Castro Trenti, quien luego de perder la elección para gobernador en Baja California en 2013 —gracias a la recomendación de un influyente diputado federal— se quedó con la embajada de México en Argentina.
Y más reciente, el caso del militante de Morena, Guillermo Rivera Santos, a quien el presidente López Obrador envió de Cónsul a Tucson, Arizona, donde permaneció 5 meses, hasta que una periodista reveló una denuncia en su contra por acoso sexual, y antes, el uso del consulado como brazo propagandístico de su partido.
De acuerdo a la página oficial del Instituto Matías Romero —y que cita al artículo 2 de la Ley del Servicio Exterior Mexicano—, entre las funciones de los diplomáticos está, “Intervenir en la celebración de tratados; Cuidar el cumplimiento de los tratados de los que México sea parte y de las obligaciones internacionales que correspondan; Velar y fortalecer el prestigio del país en el exterior, a través del ejercicio de las Actividades Diplomáticas”.
De ahí que la preparación de aquellos que asumen estos cargos, debiera ser específica y con el dominio de varios idiomas; por lo que la mayoría de ellos pasan por una serie de exámenes de especialidad, cuyos resultados garanticen el buen desempeño de su encargo.
Quizá por eso esta semana fueron señalados en particular, tres nombramientos que demuestran que la actual administración, tampoco en este terreno, se pudo despegar de viejas prácticas.
A la embajada de Belice —donde en realidad no pasa mucho— quedó designada Martha Ofelia Zamarripa Rivas, quien dicen en Relaciones Exteriores que tiene amplia experiencia en el periodismo, pero en el medio estrictamente diplomático, nadie sabe exactamente quién es.
Carlos Jiménez Macías, actual Ministro para Asuntos Políticos en la Embajada de España, tampoco cuenta con un perfil diplomático.
Pero la designación para el Consulado de Estambul en Turquía, sí que levantó la ceja de muchos, por tratarse del polémico personaje que representa la Sra. Isabel Arvide, quien fuera Directora del Diario Summa en la primera mitad de la década de los 90.
Es la misma periodista que bautizó a la actriz Sasha Montenegro con el mote de “encueratriz”, cuando ya era esposa del expresidente José Lopez Portillo; la misma que es autora de libros que revelan verdades incómodas de algunos políticos, desde una cercanía que se antoja particular, como sucede en el capítulo de su libro Mis Presidentes, De Echeverría a Peña Nieto: intimidades sobre el poder presidencial en México (Edit. Ediciones Temas de hoy) donde detalla su relación estrecha con un entonces jovencísimo Marcelo Ebrard.
Recientemente la Sra. Arvide escribe sobre temas relacionados a seguridad y fuerzas armadas, y ha sido participante activa y polémica en las conferencias mañaneras de Palacio Nacional.
Ciertamente el artículo 7 del reglamento de Secretaría de Relaciones Exteriores permite a cualquiera ser designado sin ser miembro del Servicio Exterior Mexicano, como es el caso de la periodista, cuya trayectoria data de la década de los 70, y que hoy ha quedado al frente del Consulado de Estambul en Turquía.
Pero Turquía no es Belice…ni de cerca.
En este caso hablamos de un país cuya presencia en Latinoamérica se ha fortalecido mucho en la última década y desde 2017 ha negociado importantes acuerdos con nuestro país, superando en 2018 los mil millones de dólares en volumen comercial.
Se ha convertido además en un destino turístico cada vez más frecuentado por mexicanos, pese a los riesgos que representa su potencial actividad terrorista.
¿Será que desde su experiencia en el periodismo, Isabel Arvide es la adecuada para enfrentar —en caso de que sucediera— una adversidad como la que vivieron los 8 turistas mexicanos que murieron en Egipto en 2015, cuando naves militares antiterroristas atacaron “por error” un convoy en el que viajaban?… Es sólo una duda razonable…