Montserrat Salomón

Adiós a Mijaíl Gorbachov

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Ha muerto Mijaíl Gorbachov, el último líder de la Unión Soviética. Un héroe internacional que, aunque ganó un Premio Nobel de la Paz por su influencia en el fin de la Guerra Fría y la reunificación alemana, fue visto con recelo en casa por la caída de la Unión Soviética y la seguidilla de independencias de distintas provincias. Los elogios tras su muerte a lo largo y ancho del planeta contrastan con el silencio en su país natal, al mando de Putin, un líder que añora los tiempos de la gran unión.

Gorbachov fue una de las figuras clave del siglo pasado. Fue un estadista visionario que supo prever el inminente colapso de la Unión Soviética y aceptar su papel en el mismo. Se adelantó al desastre y abrió las puertas con Occidente, dando fin a la Guerra Fría y firmando acuerdos de reducción armamentista con EU. Sin embargo, la crisis interna fue inevitable y ni las profundas reformas contenidas en su famosa Perestroika lograron evitar la crisis de los ochenta.

Desabasto, hambre, enfermedad y muerte precedieron el fin del poderoso bloque socialista. El cambio a una economía de mercado, el impulso a las iniciativas privadas, el descentralizar el poder y aligerar el férreo control sobre la ciudadanía no lograron su cometido y fomentaron la disolución de la Unión Soviética. Así nació la Rusia de nuestros días, en medio de una crisis económica y social que fomentó una ola irrefrenable de corrupción.

Pobres y oligarcas dominaron el escenario. Una inestabilidad brutal que fue la antesala del ascenso de la mano dura con ambiciones reunificadoras de Putin. Gorbachov cargó con la carga moral de haber reformado sin lograr mantener el sistema. Para los puristas aliados de Putin fue el culpable de la pérdida de la grandeza de antaño. Para los enemigos del socialismo fue el político de mente abierta que supo reconocer la derrota y dio pie al cambio. La realidad seguramente está en el medio.

Fue un estadista de grandes vuelos que dejó a su paso reformas importantes que influyeron en la geopolítica de nuestros días. También fue un mandatario con poder absoluto que decidió abandonar esa bandera para dar paso a la necesaria ventisca de una democracia naciente. Lamentablemente no fue capaz de cimentar esta nueva libertad alejada de la corrupción.

Su figura es ya un capítulo de la historia de nuestro mundo y seguirá provocando ecos en los eventos actuales en Ucrania. Mijaíl Gorbachov, héroe y villano, se levanta como una figura contrastante con la de Vladimir Putin. En los claroscuros de la historia, uno apostó por la libertad y perdió control; el otro apostó por recuperar el control por medio del poder absoluto y sacrificó la libertad. Pros y contras; aciertos y errores. A cada uno la historia lo pondrá en su lugar.