Chile define su destino

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Chile vive uno de los momentos más convulsos desde la restauración de la democracia. A cuatro meses del plebiscito para aprobar la nueva constitución, que suple la de Pinochet, la inestabilidad y la incertidumbre se apoderan del país andino.

La población pidió la formación de un grupo plural para redactar la nueva constitución. Con lo que podría ser un error fatídico, el nuevo gobierno de Gabriel Boric ha ligado su destino a la aprobación de la misma. Boric tendría que haber previsto que el paso de ser la oposición a estar en el poder conlleva una caída estrepitosa del apoyo popular, misma que podría arrastrar el proyecto constituyente en su caída.

Chile no pasa por un buen momento. Desde hace más de una década el país se ha estancado económicamente y la división social se ha vuelto insufrible, con la mayoría de la gente luchando en gran necesidad mientras las élites se separan en una realidad alterna. En este escenario, las protestas estudiantiles dieron a luz el movimiento de Boric, de 36 años. Poco después él y su joven equipo ganaban con un cuarto de los votos (su verdadera base política) su pase a la segunda ronda en la elección presidencial, donde terminó por imponerse ante el representante de la derecha.

El pueblo chileno busca y necesita un cambio. El voto por Boric reclama esto. Sin embargo, los primeros dos meses de su gobierno han sido, por decir lo menos, grises. La violencia en tierras mapuches y la migración en la frontera norte con Bolivia atenazan al gobierno. La nueva constitución ha puesto sobre la mesa la restitución de las tierras mapuches, lo que implicaría un golpe extremo a gigantes consorcios; un movimiento que aviva las cenizas del boicot sufrido por Allende años atrás.

Boric recibió un voto ilusionado que se estrella con la realidad posterior a la pandemia. Escasez, carestía y violencia. Votar a un presidente no es una respuesta mágica a las problemáticas de un país, a Chile le esperan años de los dolores propios del crecimiento y la reestructuración, si es que cuenta con la voluntad política y ciudadana para ello. Boric, su equipo y los constituyentes tendrán que mostrar que pueden reconectar a la ciudadanía con la política para cimentar las bases de un país más justo.

Chile sufre grandes fracturas que provocan poca cohesión social y desconfianza en la clase política. Las injusticias históricas con los pueblos originales, la desigualdad social, la migración y la violencia, son factores que detienen el desarrollo económico y social. La nueva constitución podría ser el inicio de la reconciliación o el polvorín que haga estallar por los aires a la sociedad chilena. Boric tiene en sus manos una coyuntura clave en la historia de su país, esperemos que esté a la altura.

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