La firma con bombo y platillo de la RCEP, el más grande tratado de libre comercio del mundo, ha opacado al T-MEC y representa uno de los movimientos más interesantes en el tablero geopolítico. Firmado por los líderes de Asia, incluye a grandes potencias como China, Japón, Corea, Australia y Nueva Zelanda, redondeando la unión de una de las regiones más poderosas que mueve cerca del 30 por ciento del PIB del planeta.
Sin previsiones laborales o medidas medioambientales, este tratado se centra, a la vieja usanza, en la eliminación de aranceles a las importaciones entre sus miembros. Al abarcar una región tan grande, presenta la ventaja de contemplar las cadenas globales de suministro, comunes en nuestra economía globalizada, incentivando la asociación entre las partes sin limitar demasiado las opciones de proveedores.
Las negociaciones tardaron 10 años en concretarse y estaban motivadas como respuesta a la estrategia de la administración Obama de crecer la influencia comercial de Estados Unidos en la región de Asia-Pacífico con el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). En dicho acuerdo estaban contemplados México, Chile y Perú y se excluía a China, considerada el principal competidor y la razón de fondo de fomentar dicho acuerdo. Obama buscaba contrarrestar el crecimiento chino y su acercamiento a los países latinoamericanos, por lo que fomentó la firma de este tratado. Sin embargo, al llegar Trump a la presidencia, EU se retiró del tratado dejando un hueco de influencia en la región que rápidamente fue llenado por China, que vio la RCEP como una vía idónea de afianzar su papel de gigante económico. El TPP perdió fuerza y Latinoamérica, sin EU, careció de interés para los países asiáticos que optaron por fortalecer su alianza regional.
Para Latinoamérica, la RCEP significará, de entrada, una reducción de las oportunidades de comercio con la región Asia-Pacífico, lo que no ayudará al crecimiento de la región en los próximos años. La alternativa estará en encontrar acuerdos bilaterales y en tratar de fortalecer el TPP, tal vez, incluso, considerando una reintegración de EU en un mediano plazo, cuando Biden pueda levantar la cabeza y mirar más allá del desastre interno heredado de Trump.
EU nos enfrentó a China y luego nos soltó la mano. México necesita ser muy estratégico para navegar en este escenario. Con el T-MEC y el TPP ha elegido su bando. Nuestra economía está irremediablemente ligada a la de EU y necesitaremos ser muy listos para abrirnos paso ante este nuevo gigante de mercado que nació como contrapeso de nuestro principal socio comercial. Sin embargo, no hay claridad en el horizonte ya que el gobierno actual no parece tener en sus prioridades este tipo de apertura económica.