Montserrat Salomón

Cría cuervos…

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En un capítulo más de la política ficción latinoamericana, Gustavo Petro celebra su primer año al frente de Colombia sumido en un escándalo de corrupción. Todo inició con el divorcio de su hijo Nicolás, que lo acompañó activamente durante su campaña y que incluso ha ocupado una diputación regional. Al estilo de una tragedia griega, Nicolás desató la desgracia sobre su familia al serle infiel a su esposa con su mejor amiga.

La trama de celos y venganza se echó a rodar cuando la esposa engañada decidió dar una entrevista en donde afirmaba que Nicolás había recibido dinero de fuentes cuestionables para la campaña de su padre. La Fiscalía, contraria a Petro, inmediatamente inició una investigación y arrestó al hijo del presidente.

Los interrogatorios a la esposa despechada y el arresto a Nicolás Petro revelaron desvíos de dinero, aportaciones sin declarar y nexos con grupos criminales. Mientras tanto, el presidente declaró que no intervendría y que dejaría a su suerte a su vástago. Pero Nicolás, acostumbrado a ver cómo en Colombia la corrupción y las influencias salvan a los juniors de los problemas en los que se meten, reprochó a su padre su abandono y respondió implicándolo. Según Nicolás, el presidente sabía que había ingresado dinero de forma ilícita. Así, lo que podría ser una cena familiar privada llena de gritos, reclamos y uno que otro plato roto, podría terminar con el primer gobierno de izquierda de las últimas décadas en el país cafetalero.

Dando un paso de lado del morbo que la tragicomedia pueda suscitar, lo que está pasando es lamentable a muchos niveles. Colombia venía dando pasos importantes y ejemplares en Latinoamérica al superar, aparentemente, una época terrible de violencia y de influencia del narco en su política interna. Mucha sangre costó a nuestros hermanos colombianos salir de ese círculo de crimen y corrupción. Sin embargo, ahora parece que ese mal no fue desterrado de raíz y que poco a poco está volviendo a estar presente como un entramado de fondo por todos esperable y tolerado. Para muestra está la actuación de la Fiscalía que trata con diferente rasero a los políticos afines y a los contrarios.

Es verdaderamente lamentable que el signo político pese a la hora de ser juzgados por la justicia. Si se sigue tolerando esta politización de los escándalos judiciales, Colombia poco a poco retrocederá en el tiempo a épocas en los que la corrupción era la norma y no la excepción. Y con la corrupción se abre la puerta al crimen organizado.

Esperemos que el escándalo de los Petro termine transparentado y juzgado debidamente. Para Colombia este asunto es mucho más que un lío de faldas y berrinches. La estabilidad política de una nación no puede hipotecarse de una forma tan irresponsable.