El pasado viernes presenciamos el asalto a la embajada mexicana en Quito, Ecuador, por parte de las Fuerzas Armadas para arrestar a Jorge Glas, exvicepresidente del país en las administraciones de Correa y Moreno. Este acto, sin precedentes, ha culminado con la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países y ha desencadenado una serie de protestas y reclamaciones a nivel internacional.
Daniel Noboa, presidente de Ecuador, ha justificado la entrada por la fuerza a la embajada mexicana alegando que Glas es un criminal que tiene que responder ante la justicia. Sin embargo, Glas no sólo estaba en territorio mexicano al encontrarse dentro de la embajada, sino que había obtenido el asilo político por parte de nuestro país, por lo que su arresto viola las leyes internacionales recogidas en la Convención de Viena. Este punto es la causa por la que la comunidad internacional se ha unido en el repudio a las acciones del Gobierno ecuatoriano y ha pedido que se revise el caso en los tribunales internacionales.
La inviolabilidad de las embajadas y la figura del asilo político han jugado un papel importante en la historia de la humanidad. En las embajadas una persona puede pedir asilo cuando siente que el Gobierno la persigue injustamente. Estas salvaguardas han sido vitales en conflictos bélicos, durante dictaduras y en escenarios de persecución política. Es inaudito que Noboa haya dinamitado esta tradición diplomática para asegurarse el arresto de un opositor. Aunque Glas esté en la mira de la justicia ecuatoriana, Noboa ha equivocado el rumbo al romper tratados internacionales que buscan llevar los conflictos por vía diplomática, evitando el autoritarismo y el abuso del poder. Noboa se ha dado un tiro en el pie.
La tensión entre los dos países era palpable desde días atrás. Las declaraciones del presidente mexicano en torno a cómo el asesinato del candidato a la presidencia, Villavicencio, habían sido clave para el triunfo de Noboa y la casi inmediata concesión del asilo político a Glas presagiaban un choque inminente. Sin embargo, el uso de la violencia por parte de Noboa le ha hecho perder la razón y darle argumentos al Gobierno mexicano y a Glas para sustentar el caso de persecución política.
Esta semana el caso será llevado a instancias internacionales ante las que Ecuador defenderá que el asilo fue otorgado ilegalmente por parte del Gobierno mexicano. Aunque éste sea el caso, romper la inviolabilidad de una embajada es un acto que la comunidad internacional no puede pasar por alto en la deriva autoritaria que se está viviendo en América. Ecuador ha cometido un error de cálculo que evidencia que el caso Glas tiene mucho más por detrás que un simple caso de corrupción.