Gabriel Boric ha fracasado en su gobierno. Podemos afirmarlo dado que ascendió al poder envuelto en la bandera de la necesidad de redactar una nueva Constitución chilena que actualizara y dejara atrás la redactada durante la dictadura de Augusto Pinochet. Este empuje lo llevó a imponerse en las urnas y el entusiasmo por un Chile nuevo, moderno y liderado por las nuevas generaciones e hizo que Boric se embriagara en su utopía. Sin embargo, la realidad de la dificultad de encabezar el gobierno y el desgaste político de dejar atrás la oposición para tomar la responsabilidad lo hizo poner pronto los pies en la tierra.
Después de meses de un gobierno insulso e ineficiente, su propuesta para la nueva Constitución se enfrentó con un rechazo en las urnas. Este revés significó un duro golpe para el presidente. Su grupo se negó a escuchar a las otras voces y el resultado fue un plebiscito que casi mandó a la lona a Boric y su partido. Se plantearon otras elecciones para seleccionar a los consejeros que redactarían un nuevo texto para luego votarlo nuevamente en un plebiscito.
Esta segunda votación le ha dado el tiro de gracia a la izquierda de Boric y a los partidos de centroizquierda que trataron de desmarcarse del presidente. El resultado arrojó una victoria incuestionable del grupo de extrema derecha, liderado por el excandidato presidencial José Antonio Kast, quien perdió al defender la actualidad de la Constitución de Pinochet y la nula necesidad de una nueva Carta Magna. Paradójicamente, ahora es a él, por medio de 22 consejeros de los 50 posibles, al que se deberá la nueva redacción ya que, si se alía con la derecha moderada, tendría los votos suficientes para aprobar sin más los artículos deseados. La izquierda podría quedar silenciada al no alcanzar los votos suficientes ni para tener derecho al veto.
Boric se sabe perdido y ha reconocido su fracaso. En un llamado a la razonabilidad que bien podría interpretarse como patadas de ahogado, le ha pedido a Kast y a los suyos que no cometan el error que él cometió al no escuchar a las diversas voces a la hora de proponer la redacción de la nueva Constitución. Así, busca que el interés democrático prevalezca al recordar que la mayoría de los chilenos votó por renovar la Carta Magna, aunque poco después le hayan dado la espalda a su propuesta y a su gobierno.
Si bien Boric ha fracasado, Kast afronta decisiones complicadas. Todos sabemos que, si por él fuera, este terremoto político que implica formular una nueva Constitución nunca habría tenido lugar. Sin embargo, es cierto que los chilenos la pidieron. ¿Será Kast capaz de soportar los cantos de las sirenas y redactar una Carta Magna que se ajuste a la radiografía política actual de su país?