Montserrat Salomón

Glasgow: la última llamada

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Después de dos semanas de negociaciones, culminó la cumbre del clima en Glasgow. El saldo es esperanzado, aunque sigue dependiendo de que los países y la iniciativa privada honren su palabra con acciones concretas. En un juego de “todos ponen”, sólo basta con que uno se retire para que los demás también lo hagan.

Compromisos hubo, tanto en la mitigación de los gases de efecto invernadero como en la entrega de fondos a países en desarrollo para su adaptación y protección, ante los inminentes cambios del clima.

La mayoría de los países presentes estuvo de acuerdo en adelantar la fecha para las metas de reducción de emisiones para el próximo año, en lugar de esperar al 2030. Esto, ante el inminente fracaso en la contención del aumento de la temperatura global que supondría seguir con la tendencia actual por una década más. También se habló de reducir los subsidios a combustibles fósiles y de presionar a la iniciativa privada a que no maquille de verde su actividad empresarial y que se comprometa con el verdadero cambio.

Sin embargo, cuando se revisa la letra pequeña, faltan mecanismos y voluntad política para actuar en este sentido. Algunos países lamentablemente no estuvieron de acuerdo con el consecuente compromiso para evitar la deforestación. No obstante, las principales economías acordaron detener la financiación de combustibles fósiles en el extranjero, lo que debería poner a temblar a los estados dependientes del petróleo.

Por otra parte, destaca el compromiso alcanzado de duplicar para el 2025 los apoyos a países en desarrollo para adaptarse a los desastres naturales causados por el calentamiento global. Esta promesa de recursos es vital para salvar millones de vidas y para controlar la crisis migratoria que cada año se agrava por el endurecimiento de las condiciones de vida en los países más golpeados por las consecuencias de este fenómeno. Sin embargo, aunque se han prometido más fondos, la verdad es que este apoyo no se ha dado y ha quedado más en el papel que en la realidad. Esperemos que no sea otra falsa promesa para lavar conciencias.

La comunidad científica afirma que, en el mejor de los casos, lograríamos con estos acuerdos detener el calentamiento en un 1.8°C, lo que traería consecuencias importantes para los países en desarrollo. Si no logramos mecanismos que garanticen el cumplimiento de estos acuerdos, estaremos ante un desastre humanitario sin precedentes.

Es esperanzador que China y Estados Unidos, principales emisores de gases contaminantes, hayan aceptado los acuerdos. Por nuestra parte, hace falta regresar a la senda de las energías verdes y detener el retroceso de los últimos años. Hay que entrarle, no hay tiempo que perder.