Este año los campus de universidades de élite en EU han sido el escenario para protestas estudiantiles que piden el fin de la guerra en Gaza. Las reacciones ante los cientos de estudiantes que levantaron la voz ante la crisis humanitaria que ha provocado la guerra no se hicieron esperar y, lejos de ser conciliadoras, tomaron el matiz de la polarización.
Por un lado, los estudiantes fueron tachados sin más de antisemitas, y las autoridades universitarias fueron presionadas para que terminaran las protestas inmediatamente. Tratando de hacer malabares entre el rechazo ante las expresiones de odio hacia el pueblo de Israel y la libertad de expresión, las rectoras de Harvard, el MIT y la Universidad de Pensilvania comparecieron ante el Congreso para explicar su proceder y terminaron dimitiendo a sus cargos. Los plantones fueron desmantelados por la fuerza y numerosas detenciones tuvieron lugar ante el ojo atento de las cámaras de televisión.
Por otro lado, numerosos grupos de estudiantes no sólo obviaron el ataque terrorista de Hamas en octubre del año pasado, que fue el detonante de la guerra. Tampoco parecieron recordar a los muertos en ese ataque ni a los rehenes que aún están en poder de Hamas. En su rechazo al conflicto, incluso apoyaron abiertamente a este grupo y retomaron consignas que lejos de representar al pueblo de Palestina pugnaban por la desaparición de Israel.
En suma, las posturas se han ido enconando y polarizando con el paso de los meses. Más odio y menos diálogo es la fórmula perfecta para que este conflicto no sólo no tenga fin, sino que se siga acercando a las ansias genocidas que ya conocemos y que deberíamos temer y dejar atrás. Este conflicto nos está llevando a apoyar acríticamente a un bando y a odiar desmesuradamente al otro.
La ONU ha brillado por su incompetencia. Los reiterados llamados a la conciliación, a la liberación de los rehenes y al alto al fuego no han servido de nada. Aunque la presión internacional para que Israel detenga sus ataques en Gaza va en aumento, el papel de EU ha sido clave para evitarlo. Envueltos en plena campaña electoral, no parece factible que Biden tome una decisión que se salga de la tibieza hasta ahora mostrada. Sin embargo, si la inconformidad entre los jóvenes sigue creciendo, podría perder votos vitales para su reelección.
La ONU se creó para evitar que los pueblos volvieran a enfrascarse en guerras como la que estamos viviendo. Sin embargo, nunca ha logrado funcionar con independencia de los intereses de los países dominantes. Ha fracasado como mediadora, pacificadora y como garante del derecho internacional. Desde hace décadas falló en la resolución de los dos Estados y ahora es incapaz de proteger a los civiles en Gaza.