Yo no soy racista

POLITICAL TRIAGE

MONTSERRAT SALOMÓN
MONTSERRAT SALOMÓN larazondemexico

“Yo no soy racista”, decimos todos… y mentimos. El racismo ha tomado los titulares a partir de las protestas en EU por el homicidio de George

Floyd. En Reino Unido, Colombia, Brasil, México. Miles de personas han tomado este caso de brutalidad policiaca contra un afrodescendiente para sacar a la luz más y más casos y pedir un alto, pedir reflexión y pedir aceptación de una realidad vergonzosa y palpable.

El racismo en Estados Unidos es estructural y no se trata de la teoría de la “manzana podrida” dentro del cuerpo policiaco. Ni siquiera es un tema exclusivo de las fuerzas del orden. Se trata del armado de una sociedad que nació siendo racista y cuyas instituciones manan de estas diferencias sociales perpetuándolas. A manera de ejemplo tenemos las leyes segregacionistas que llevaron a las separaciones de vecindarios afroamericanos de los blancos. Una vez abolidas, la división —que ya estaba hecha y que reflejaba desventajas socioeconómicas— trajo consigo nuevas desigualdades reflejadas en el sistema educativo. Las escuelas se mantienen con el dinero que aporta el vecindario; un vecindario segregado aportará menos que uno pudiente y, por tanto, la diferencia en la educación será abismal, perpetuando la disparidad en oportunidades laborales y en el futuro de la población. Esto es el racismo estructural que replica y profundiza las diferencias, no verlo o negarlo es aferrarse al privilegio y ser racista, aunque nos duela.

En Latinoamérica sucede algo similar y no sólo con la comunidad afroamericana. Los indígenas, los morenos, la plebe, los nacos, los indios, los pobres. Nuestro continente es profundamente racista y no se da cuenta. Nuestro racismo es aún más insidioso porque se cuela por las rendijas de nuestra alma. Es invisible y, por tanto, inmune a fenómenos como el de George Floyd. No nos sentimos tocados o aludidos. Hablamos de él en tercera persona. ¿Qué necesitamos para despertar y ver la nefasta dialéctica del ellos contra nosotros en la que vivimos?

En las universidades privadas es común escuchar argumentos más o menos sofisticados del tipo: “el pobre es pobre porque quiere”, sin darse cuenta de la profunda desigualdad en oportunidades que hay en Latinoamérica y que se aferra tanto a la raza o etnia como al poder adquisitivo. Está demostrado: una persona blanca tiene más oportunidades de conseguir un empleo que una de color. En nuestra región prácticamente no existe la movilidad social y ésta está ligada al color de la piel.

Ojalá George Floyd fuese el último caso, pero no lo será. Ojalá pronto abramos los ojos y los corazones y dejemos de mentirnos. Sólo reconociendo que los privilegios que tenemos nos hacen parte del problema podremos empezar a respaldar nuestras palabras al decir “Yo no soy racista”.