Luego de las sanciones que la Unión Europea y Estados Unidos le han impuesto a Rusia por la invasión a Ucrania, Putin ha cerrado el gripo energético provocando un aumento generalizado de la inflación y, en especial, el encarecimiento del gas y de las gasolinas. Rusia es el tercer productor de crudo del mundo, por lo que esta acción ha puesto al mundo de cabeza y en una carrera desbocada por la independencia energética.
Europa obtiene el gas principalmente de Rusia. Ahora, con la cancelación de la construcción del ducto Nord Stream 2 y la terminación de la relación comercial con Rusia, tendrá que acudir a otras fuentes para cubrir sus necesidades energéticas. Alemania ha dado un paso al frente anunciando que acelerará su paso total a energías verdes, pero mientras llega ese día, Estados Unidos cubrirá los huecos al mandarle anualmente 50 mil millones de metros cúbicos de gas natural licuado.
Si bien esta operación implica una gran noticia para la industria gasera estadounidense, el presidente Biden afronta mínimos históricos de popularidad y un escenario negro de cara a las elecciones intermedias en el mes de noviembre. Biden accedió a la Casa Blanca arropado en una campaña en pro de las industrias verdes. Sin embargo, la actual crisis de crudo ha hecho que el galón de gasolina alcanzara precios récord, por lo que el presidente ha animado incesantemente a la industria petrolera a aumentar su producción, al tiempo que ha liberado grandes cantidades de barriles provenientes de las reservas federales para tratar de controlar, sin éxito, el aumento del precio.
La industria petrolera estadounidense, que no es amiga del presidente, se ha negado a aumentar la producción, generando grandes ganancias con el aumento de los precios y lucrando con la necesidad de la gente. La inflación generalizada en el mercado debilita a Biden frente a los republicanos y lo hace ver como un presidente tibio e inoperante ante los demócratas. A 6 meses de las elecciones intermedias y sin un fin previsible del conflicto entre Rusia y Ucrania, el escenario es malo para el presidente.
La guerra en Ucrania está teniendo efectos colaterales devastadores en todo el mundo. La dependencia de las economías al crudo ruso es patente y ahora pagamos el precio por no haber diversificado y apoyado con más ahínco las energías verdes. Ahora, con el agua al cuello, es la gente la que paga el precio de las malas decisiones gubernamentales y de la ambición de las industrias energéticas.
En tiempos de guerra se busca sobrevivir. Sin embargo, toda la atención y energía que ponemos en este conflicto y sus efectos, es tiempo y esfuerzo que no dedicamos a luchar contra la amenaza apocalíptica del calentamiento global.