El caso de la Línea 12, muchas de las violaciones a Derechos Humanos, el desabasto de medicamentos oncológicos, entre muchos otros problemas graves que enfrentamos, no se explican sólo por la corrupción o la ética de nuestros políticos.
Estas explicaciones se han convertido en un lugar común para entender nuestros problemas. Son atajos argumentativos e informativos que omiten otras causas de nuestros problemas por la ansiedad social de contar con una respuesta que nos dé una sensación de seguridad, pero también un linchamiento mediático o un espectáculo noticioso. Muchos de nuestros problemas tienen que ver más con problemas mecánicos, hidráulicos o neumáticos, que con maquinistas malvados y cleptómanos.
El diseño de este engranaje nos ha llevado más de doscientos años y sigue siendo imperfecto y siempre será perfectible. Surgió de las constituciones que nos han regido y sus reformas, de las leyes que se promulgan en el Congreso, los reglamentos que el Presidente expide, los lineamientos, manuales y procedimientos que cada órgano se otorga. Nuestra Administración Pública está conformada por dependencias centralizadas y descentralizadas, y órganos dotados con diversos grados de autonomía que están orientados a servir al interés general y que, por supuesto, en su actuar pueden afectar intereses particulares. Su conformación y sus funciones son herederas de los cambios políticos y económicos que ha vivido el país y el mundo, el Estado liberal, el social o liberal, el regulador y sus combinaciones. Sus resultados son el vector resultante de la confluencia de miles de actores, que participan en sus procedimientos que permiten que el Gobierno funcione como funciona.
La corrupción no es la respuesta a todos los problemas del país, como tampoco lo son Calderón, Peña o AMLO. Decirlo no es restarle la importancia al profundo problema de corrupción o el serio problema de representación política con el que vivimos, sino señalar que existe una falta de atención en la forma en que se desarrolla la función pública en México. Las inhabilitaciones, multas y detenciones de funcionarios públicos, los señalamientos y condenas de políticos, no cambian por sí mismas. Cuando ocurren, las condiciones que generan tragedias como la de la Línea 12, violaciones de Derechos Humanos o el desabasto de medicamentos, porque ésas son provocadas por la correlación fatal de actos realizados por una multiplicidad de personas y sus decisiones.
La rotación del personal, la falta de profesionalización, la carencia de recursos materiales, el descuido del empleo público y la falta de revisión a los procedimientos con los cuales opera, producen un Gobierno, que opera como una máquina diseñada para actuar racionalmente, pero que, con el paso del tiempo y la falta de comprensión sobre su actuar, produce daños graves a quienes debería de procurar. No se trata sólo de impulsar una agenda de Derechos Humanos y anticorrupción… se trata de que el Gobierno se sane a sí mismo revisando periódicamente la forma como actúa.