Pedro Sánchez Rodríguez

La Suspirante (V)

CARTAS POLÍTICAS

Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En las últimas Cartas Políticas hemos reflexionado sobre el aura político de Claudia Sheinbaum.

Su personalidad política es producto de una robusta formación científica, una intensa lucha y defensa de la vida universitaria en los 80, un inocente idealismo ideológico de la izquierda de los 90. Su gravedad política también es producto de una huida limpia de la putrefacción que alcanzó a las filas que la llevaron a la política capitalina en los 2000, una agradecida lealtad a López Obrador más marcada de 2010 a 2020, la inmunidad que ha recibido a cambio de esta lealtad y las contradicciones en las que concientemente ha incurrido por no desafinar con la agenda obradorista. Es momento de hablar de la siembra del futuro.

No es la primera vez que una mujer aspira a la Presidencia, pero sí es la primera vez que una mujer es puntera en las preferencias electorales. Esa coyuntura no es fortuita. A los méritos políticos de Sheinbaum se suma la exposición que ha tenido gracias a su cercanía con el Presidente. Sin embargo, eso no es suficiente, tiene que competir. Su equipo ha trabajado para posicionarla a nivel local, en redes sociales y en su propio partido, para demostrar que su perfil no sólo es idóneo, sino que también es popular. 

Toda la carrera de Claudia Sheinbaum está anidada en la Ciudad de México. Su influencia real en otros estados de la República es todavía incierta. Para incrementar la capilaridad a nivel nacional necesaria para ser ampliamente conocida y preferida, ha salido para promocionar(se) las acciones que ha desempeñado en la Ciudad de México. Ha impulsado convenios con los estados para compartir su exitosa política de innovación digital y movilidad, han aparecido espectaculares de ella en decenas de ciudades y a leguas se percibe que ha empujado una estrategia nacional en tierra. Tan sólo en un día logró la organización de 59 asambleas en 29 estados con la participación de más de 100 mil personas. Este es un esfuerzo titánico que habla del poder de organización, replicabilidad y de movilización de bases que ha conseguido la Jefa de Gobierno de la mano de liderazgos estatales y locales. 

Sheinbaum también protagoniza una campaña en redes sociales, para mantenerse en la mente de los próximos encuestados, especialmente los jóvenes. Si bien, a la distancia, en algunas de sus conferencias se le percibe como dura e incluso arrogante, en redes procura participar en tendencias de TikTok, finge que le gusta Bad Bunny e intenta proyectar una imagen de tía buena onda (a la Tatiana Clouthier) para conectar con la “chaviza”. En esta trinchera, la Jefa de Gobierno está en una evidente batalla con el canciller Marcelo Ebrard. No deja de llamar la atención que en ambos casos su autenticidad es cuestionable. Sin embargo, deben tener resultados notorios para prestarse a ese necesario espectáculo.

Por último, Sheinbaum ha movido sus fichas dentro del partido para acumular lealtades. Tanto Adán Augusto López como Ebrard, han mantenido también esa estrategia, en donde se intercambia el respaldo por sus proyectos presidenciales con el respaldo en las elecciones en el Congreso, las gubernaturas en nueve estados y, eventualmente, para roles en las campañas presidenciales y las Secretarías en el gabinete federal.  

La Jefa de Gobierno ha hecho buen equipo con las ejecutivas estatales Marina del Pilar en Baja California, Layda Sansores en Campeche, Evelyn Salgado en Guerrero y Mara Lezama en Quintana Roo y ha hecho buenas migas en el gabinete federal con Rosa Icela Rodríguez, Luisa María Alcalde, Zoé Robledo o Rocío Nahle. Cuenta en el Senado con César Cravioto, excomisionado de reconstrucción de la Ciudad de México, pero también con el apoyo de los diputados Miguel Torruco, Mauricio Cantú, Patricia Armendáriz, Aleida Alavez o Alejandro Robles. En un mundo en donde los cargos son finitos, pero las ambiciones ilimitadas, escatimar en favores por respaldos, no es opción. 

Claudia Sheinbaum tiene todo lo que se necesita para estar en posibilidades reales de ocupar la silla presidencial. Supo salir del lodazal, apostó a pleno su lealtad, se volvió fluida ante la estridulación y una digna artesana política. Toca lo más complicado: lamer las heridas, esconder los colmillos, limpiar los escombros. No sólo sonreír, sino sacar sonrisas; no sólo viajar, sino movilizar; no sólo proponer, sino prometer. No sólo ser la suspirante, sino la que hace suspirar. ¿Quién le quita el sueño? Continuará…