Tras la relectura oficial del artículo 152 constitucional, operada por un grupo de constitucionalistas leales, Nayib Bukele acaba de formalizar su candidatura única por el partido Nuevas Ideas. El partido está encabezado por Xavier Zablah Bukele, primo del presidente, y es una organización que postula una de las variantes más reconocibles del populismo de derecha en América Latina.
De acuerdo con la relectura constitucional, la Carta Magna salvadoreña no prohibiría un segundo mandato consecutivo. Desde 1984, cuando asumió el gobierno José Napoleón Duarte, poco tiempo después de proclamada la Constitución vigente, todos los presidentes salvadoreños han gobernado cinco años, sin reelección. Después de Duarte y su sucesor, Alfredo Cristiani, que condujeron el país durante el fin de la guerra civil, ésa ha sido una constante del sistema político salvadoreño.
Además del quinquenio, sin reelección, otra constante ha sido la alternancia entre la derecha de Arena y la izquierda del FMLN. Armando Calderón Sol, Francisco Flores y Elías Antonio Saca gobernaron por Arena. Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén por el FMLN. Bukele, por lo visto, no sólo está deshaciendo la no reelección sino la alternancia bipartidista en El Salvador.
Una pregunta pertinente es por qué Bukele, con su alta popularidad y su clara mayoría en la Asamblea Legislativa, desde 2021, no intentó una reforma constitucional que estableciera plenamente la reelección continua. De habérselo propuesto lo habría conseguido, pero tal vez era menos costoso avanzar por la ruta de la reinterpretación oficialista del texto constitucional.
Un nuevo constituyente o una reforma constitucional habrían conducido a una más evidente identificación con otros autoritarismos de la región, como el venezolano o el nicaragüense, a pesar de que Bukele ya no hace tantos esfuerzos para diferenciarse de esos vecinos. Nada más habría que constatar el entusiasmo con que Telesur ha comunicado, en estos días, la noticia de la candidatura del presidente salvadoreño a la reelección.
Curiosamente, mientras en Centroamérica y el Caribe varios gobiernos, como el nicaragüense y el hondureño, lanzan guiños a Bukele, otras plataformas, como el Foro de Sao Paulo, cuestionan al presidente salvadoreño. Ya lo había hecho el presidente Gustavo Petro y ahora lo repiten algunos representantes de la izquierda regional en Brasilia: el reeleccionismo de Bukele va unido a un cierre de espacios democráticos que lo mismo afecta a medios como El Faro que a formaciones locales como el FMLN.
En el caso específico de Brasil es difícil no relacionar ese flanco de crítica al bukelismo con la buena relación entre el presidente salvadoreño y Jair Bolsonaro. Eduardo, el hijo del expresidente brasileño y diputado federal por el estado de Sao Paulo, celebró en su momento las remociones de magistrados de la Corte Suprema y la militarización del país centroamericano.