En cualquier conflicto, familiar o social, doméstico o internacional, la fractura escala cuando los rivales producen respuestas desproporcionadas. El ataque terrorista de Hamas contra Israel, el 7 de octubre de 2023, fue una respuesta desproporcionada a la permanente ocupación ilegal de las franjas de Gaza y Cisjordania por parte de colonos israelitas.
A su vez, la respuesta de Israel a aquel ataque, en forma de una hostilización militar sin precedente contra Hamas, con el objetivo de destruir esta organización, que controla buena parte de la población civil palestina, en ese territorio, también ha sido desproporcionada. El saldo habla por sí solo: cerca de 35 000 muertos y más de 77 000 heridos.
En la guerra simultánea, que tiene lugar en el centro de Europa, se repite una cadena parecida de injustificables. Las entonces remotas posibilidades de que Ucrania ingresase a la Unión Europea o a la OTAN no justificaban la invasión rusa que inició el 24 de febrero de 2022. Más de dos años después de iniciada aquella escalada, Ucrania no tiene interés en ingresar a la OTAN y su entrada en la Unión Europea, más tangible, todavía no se verifica.
En ambos casos, la ofensiva de Netanyahu contra Hamas y la de Putin contra Ucrania, las respuestas han sido desproporcionadas porque lo que buscaban era algo más que una represalia o un castigo. A lo que aspiran Netanyahu y la derecha israelí es la destrucción de Hamas, lo que, en buena medida, equivale a la aniquilación de Gaza. El objetivo de Putin es, ni más ni menos, el derrocamiento del gobierno “nazi” de Volodímir Zelenski.
Se dice, se repite y se repite que las guerras de Ucrania y Gaza no son comparables. En todo caso, no serían equiparables, pero la comparación entre ambos conflictos es plausible porque, entre tantas diferencias, hay una semejanza en el orden de las respuestas desproporcionadas. Las sobrerreacciones, de hecho, en ambos casos, pasan ahora al terreno diplomático.
Cada vez que la Asamblea General de la ONU ha pedido a Rusia que detenga la invasión a Ucrania o que cese las hostilidades, la respuesta de Putin ha sido que el sistema internacional está colapsado y que su “desnazificación” del país vecino es necesaria para el nuevo orden multipolar. Tras el llamado de Emmanuel Macron de ponerle fin al conflicto, Putin respondió que Francia podría convertirse en un objetivo militar de Rusia.
Ahora que la ONU ha aprobado otra resolución, esta vez, a favor del reconocimiento internacional del estado palestino, la respuesta del embajador de Israel en ese foro internacional, Gilad Erdan, fue meter la Carta de Naciones Unidas en una pequeña máquina trituradora y denunciar la entrada en el organismo de un “estado terrorista”.
Cada respuesta desproporcionada suma un eslabón a la cadena de acciones injustificables, tanto en la guerra como en la diplomacia. La salida no puede estar a la vista cuando la reacción más socorrida ahonda las diferencias.