La captura geopolítica

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La teoría política asegura que un régimen deja de ser democrático cuando todas las instituciones del Estado son acaparadas por un grupo, un partido o un líder. Con diversos acentos, autores como Javier Corrales, Daniel Treisman y Gordon Tullock se han referido a procesos de autocratización en Rusia, China y Venezuela, que describen ese tipo de desplazamiento.

En su último libro, Autocracy, Inc. The Dictators Who Want to Run the World (Doubleday, 2024), Anne Applebaum explora otra dimensión de esas nuevas autocracias, la de sus poderosas conexiones internacionales, que sería indispensable aplicar a algunos casos contemporáneos. La Venezuela de Nicolás Maduro sería, en este sentido, un ejemplo de manual por el respaldo cerrado y automático que le han ofrecido Rusia, Irán, China, Cuba y Nicaragua.

A pocos minutos de que el Consejo Nacional Electoral anunciase el primer cómputo oficial de las elecciones venezolanas, el pasado 28 de julio, los cinco gobiernos dieron por bueno el triunfo de Nicolás Maduro, a pesar de no disponer de información empírica que lo avalara. Como diría Applebaum, esos gobiernos reaccionaron como una compañía internacional de la autocracia, que sigue parámetros de reconocimiento y legitimidad, diferentes a los de las democracias occidentales.

Desde ese momento, la certificación del proceso electoral en Venezuela se convirtió en un dilema geopolítico. En la duda o en el respaldo se colocaban potencias enfrentadas durante las últimas décadas por visiones distintas del planeta. Visiones que tienen que ver con el equilibrio de poderes a nivel global, pero también con la democracia misma.

El dilema sólo podía zanjarse de manera binaria si la democracia se subordinaba a la geopolítica, es decir, si a todas las capturas que caracterizan una autocratización se agrega la de alguna variante del hegemonismo internacional. Es por ello que el gobierno de Lula da Silva en Brasil, uno de los más comprometidos históricamente con el multilateralismo y el equilibrio global, ha desconfiado de los resultados y ha exigido pruebas al gobierno de Maduro.

La reacción de Brasil no ha sido idéntica a la de Estados Unidos o a la de la Unión Europea, por lo que la típica lectura bloquista o bipolar, tan común en la Guerra Fría, no funciona plenamente en este caso. Hay más matices en las posiciones occidentales y específicamente latinoamericanas que en las del pequeño grupo bolivariano y sus partidarios en China, Rusia o Irán.

Es en esa alianza global que se cumple con mayor claridad el sentido corporativo o transnacional de la autocracia, descrito por Applebaum. Alguna vez establecimos aquí la diferencia entre geopolítica y geopoliticismo. La contundencia con que los aliados internacionales de Maduro han respaldado una elección irregular, opaca y, a fin de cuentas, fraudulenta, en Venezuela, es la mejor prueba de que priorizan la pugna geopolítica sobre los valores y normas democráticos.

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