Causas de la guerra y casus belli

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Rafael Rojas *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En el estudio de las guerras mundiales del siglo XX se distinguen las causas profundas de aquellos conflictos y el casus belli esgrimido por los estados que rompieron hostilidades. En 1914, el imperio austro-húngaro declaró la guerra a Serbia por el diferendo en torno al asesinato del archiduque heredero Francisco Ferdinando, y en 1939, Adolf Hitler ordenó la anexión de Checoslovaquia y Polonia, violando el Pacto de Munich, con el fin de avanzar en la expansión alemana, más allá de los Sudetes.

La teoría del espacio vital o lebensraum justificó aquellas y otras formas de expansionismo, como las practicadas por Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Por supuesto que las dos guerras fueron resultado del choque entre las grandes potencias imperiales por el reparto del mundo. Pero esa causalidad mediata de los conflictos, bien vista por diversos pensadores como Lenin, Hilferding o Hobson, no emergía directamente en el casus belli, basado en el lebensraum.

Un fenómeno parecido tiene lugar ahora mismo ante la invasión rusa a Ucrania. En la raíz de esta guerra está la fricción entre la expansión de la OTAN y la Unión Europea hacia Europa del Este, y el relanzamiento de la hegemonía de Rusia bajo el liderazgo de Vladimir Putin. Pero ese conflicto forma parte de las causas mediatas de la invasión, ya que Ucrania no es miembro de la OTAN y su ingreso era, antes de la guerra, una posibilidad remota.

El casus belli del Kremlin, sostenido a lo largo de la invasión por medio de las demandas de Rusia, tiene que ver, fundamentalmente, con el control ruso sobre las repúblicas del Donbass y el litoral del Azov y con lo que Putin llama “desmilitarización” y “desnazificación” de Ucrania, que implican el derrocamiento del gobierno legítimo de Volodímir Zelenski. Antes de ordenar la invasión, Putin aseguró que Ucrania no es un Estado soberano y que rusos y ucranianos forman parte del mismo pueblo: una premisa que va más allá de la garantía de neutralidad.

Quienes descartan la variable del imperialismo ruso en el análisis y ven la invasión, únicamente, como un gesto defensivo de Rusia contra la OTAN, Estados Unidos y Europa, suscriben la justificación de la guerra. En América Latina, ese desenfoque incurre en la incoherencia ideológica de descartar, de antemano, el principio de la soberanía nacional ucraniana. Al presentar a Rusia como el Estado agredido se legitima la invasión y se disuelve el nacionalismo ucraniano en el ruso.

Desde hace años observamos en América Latina un reemplazo de las viejas ideologías de la izquierda socialista y revolucionaria por una lógica geopoliticista, puesta en función de diversas alternativas a la hegemonía estadounidense. Ese geopoliticismo está informando una lectura desvirtuada de la invasión de Ucrania. De acuerdo con esa lectura, Rusia, al agredir militarmente a una nación independiente de Europa del Este, está realizando un acto de legítima defensa contra Occidente.

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