En los últimos días, medios bolivarianos han reportado sobre la “exitosa” octava cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) en San Vicente y Granadinas y su avance hacia una “integración regional sin intervención de potencias extranjeras”, de acuerdo con Telesur. Sin embargo, los resultados de la convocatoria de esta cumbre, comparados con los de las dos últimas, en Buenos Aires y la Ciudad de México, no son alentadores.
De acuerdo con lo publicado por los organizadores del foro, de los 33 mandatarios latinoamericanos convocados sólo participaron los del Caribe más Nicolás Maduro de Venezuela, Luis Arce de Bolivia, Gustavo Petro de Colombia y Lula da Silva de Brasil. Estrictamente, en términos de presencia de jefes de Estado, la reunión habría sido, más bien, de la Alianza Bolivariana de Nuestra América (Alba) más Lula y Petro.
Esos pocos medios bolivarianos que presentan la cumbre como un éxito explican la ausencia de tantos líderes de la región por el aumento de gobiernos de derecha y las presiones de Estados Unidos contra la integración latinoamericana. La validez del argumento podría considerarse si se admitiera, de entrada, que no todas las derechas latinoamericanas recientes han sido contrarias a la Celac y algunas, como la mexicana y la chilena, jugaron un papel central en el arranque de la alianza.
Aunque el relato bolivariano de los orígenes de la Celac sólo admita el papel de Chávez, los Castro y Lula, no se entienden los orígenes de ese foro sin los gobiernos de Felipe Calderón, Sebastián Piñera y sus respectivas cancillerías. Son igualmente inadmisibles, en esa narrativa, los aportes a la Celac de gobiernos no izquierdistas como los de Costa Rica, sede de la tercera cumbre en 2015, y República Dominicana, donde tuvo lugar la quinta reunión del foro en 2017.
Es muy significativo que el único gobierno latinoamericano que ha sido sede previamente de una cumbre de la Celac y que asistió con su jefe de Estado a San Vicente y Granadinas es el de Cuba. Allí no estuvieron Gabriel Boric, ni Rodrigo Chaves de Costa Rica, ni Diego Noboa de Ecuador, ni Luis Abinader de República Dominicana, países sedes de cumbres anteriores.
Tampoco fue Andrés Manuel López Obrador, no sólo anfitrión de la cumbre de 2021 sino un líder de la izquierda regional, a quien los propios gobernantes bolivarianos presentan como un aliado estratégico. Se pueden relativizar esas ausencias enfatizando las agendas de trabajo de las cancillerías, pero difícilmente se logrará contrarrestar la sensación de falta de continuidad que deja esta edición de la cumbre.
Desde que nació ese foro, tras la ampliación del Grupo de Río, quedó claro que sólo podría sobrevivir por medio de la pluralidad ideológica y política. Ahora que esa pluralidad se agudiza con nuevas derechas más extremistas y el enquistamiento de viejas izquierdas autoritarias, la Celac parece incapaz de asegurar un marco de entendimiento común.