Se cumplen 150 años de la Comuna de París y varias instituciones, como el Colegio Nacional y la UNAM, realizan eventos para recordar la efeméride. La importancia de aquella experiencia de autogobierno popular está fuera de dudas, a pesar de la fulminante represión del gobierno de Adolphe Thiers.
La impronta de la Comuna fue decisiva para diversas corrientes políticas en Francia y el mundo. Luego de 1871 se aceleró la transición republicana iniciada en Francia tras la derrota de Napoleón III frente a Otto von Bismarck en la guerra franco-prusiana. Todo el espectro del republicanismo europeo, desde la socialdemocracia hasta el liberalismo, salió fortalecido de la Comuna, como pudo constatarse en 1873 en España.
Para las diversas izquierdas socialistas, la Comuna fue un suceso lleno de lecciones. Desde Londres, Marx, líder de una de las corrientes más sólidas de la Primera Internacional, siguió de cerca los sucesos de la primavera de 1871 en París, gracias a su primer yerno Paul Lafargue, casado con Laura Marx en 1868, y a quien pronto sería su segundo yerno, Charles Longuet, quien se casó con su hija Jenny. Lafargue y Longuet estuvieron fuertemente involucrados en la lucha comunera en París y Bordeaux e informaron puntualmente a Marx y Engels.
A partir de esos informes Marx escribió una serie de posicionamientos de la AIT, que fueron recogidos en el libro La guerra civil en Francia (1871). Allí se definía la Comuna de París como una revolución obrera que había sido traicionada por la burguesía francesa. Pero también Marx aprovechó la Comuna para criticar las dos tendencias que disputaban, a su propia corriente, la hegemonía de la Primera Internacional: los socialdemócratas y los anarquistas.
Para los primeros, que muy pronto serían liderados por Eduard Bernstein, el fracaso de los comuneros se debió a una falta de experiencia en las labores parlamentarias y de gobierno dentro del proletariado. Bernstein y otros líderes socialdemócratas europeos de fines del siglo XIX se opusieron firmemente a las corrientes abstencionistas dentro del movimiento obrero que llamaban a abandonar la representación política y la aspiración a cargos administrativos locales.
Para Mijaíl Bakunin y los anarquistas, la lección de la Comuna fue de signo contrario. A diferencia de Marx y los comunistas y de Bernstein y los socialdemócratas, Bakunin entendió el fracaso de la Comuna como consecuencia de la veneración del Estado dentro del movimiento obrero. Mientras los comunistas querían reemplazar el Estado burgués con una dictadura proletaria, los socialdemócratas buscaban una transformación gradual del mismo desde sus propias instituciones.
Aquellas divergencias fueron heredadas por la siguiente generación de socialistas europeos, la de Lenin, Kautsky y Rosa Luxemburgo, y, en buena medida, siguen dividiendo las ideas sobre la revolución y la democracia dentro de la izquierda contemporánea.