La ruptura diplomática entre México y Ecuador ha sido resultado de un dilema de muy difícil solución y varios errores de los dos gobiernos. El más grave de todos, sin duda, la incursión militar y policiaca de la embajada de México en Quito, ordenada por el gobierno de Daniel Noboa.
Como ha podido comprobarse en la generalizada reacción continental, desde Estados Unidos y Canadá hasta Argentina y Uruguay, sin descontar la OEA, el asalto a la sede diplomática y el arresto de Jorge Glas es violatorio de la soberanía mexicana y de varios tratados internacionales, suscritos por ambos gobiernos.
El gobierno ecuatoriano tomó una decisión temeraria y desesperada ante un grave dilema. Poco antes del asalto, el gobierno de México había concedido asilo político a Glas, prófugo de la justicia ecuatoriana, exvicepresidente del gobierno de Rafael Correa. Desde diciembre de 2023, Glas, acusado por un nuevo cargo de soborno, luego de cumplir una condena por el caso de Odebrecht, se encontraba en la embajada, pero el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no se decidía a concederle asilo.
¿Cuándo se decidió a hacerlo? Por lo visto, en algún momento de la semana pasada, antes o después de que, en la Mañanera, AMLO se refiriese irrespetuosamente a Noboa. Dijo entonces el Presidente que Noboa había triunfado en las elecciones luego del asesinato del candidato Fernando Villavicencio, quien, a su vez, había restado popularidad a la candidata correísta Luisa González, por lo visto, la opción preferida del mandatario mexicano.
La respuesta del gobierno ecuatoriano a los dichos de AMLO fue, a todas luces, desproporcionada. La declaración de “persona non grata” contra la embajadora Raquel Serur fue injustificada y transgresora. Luego de ese segundo error, ya el camino hacia la ruptura estaba allanado: la concesión del asilo, la intervención de la sede diplomática, el arresto de Glas y la ruptura estuvieron concatenados.
Desde diciembre, el asilo de Glas era un dilema diplomático para México. El correísmo ecuatoriano, que tiene una notable influencia en el Grupo de Puebla y en la propia esfera pública mexicana, presionó siempre a favor del asilo. Al final, la sobrerreacción del gobierno de Noboa facilitó la ruptura diplomática y la impugnación de Ecuador por parte de México en foros internacionales.
Tomará un tiempo para que la relación entre ambos países se recomponga. Por ahora, la tensión es favorecida por el juego geopolítico y la polarización ideológica latinoamericana. Nada más hay que ver la vehemencia con que gobiernos como el venezolano y el nicaragüense se ponen del lado de México, intentando zanjar el conflicto como un choque de izquierda y derecha.
México presentará reclamos por la violación de su sede diplomática en La Haya, en la ONU y, tal vez, en foros interamericanos. En todos, vencerá, aunque tal vez en alguno se propicie una mediación que favorezca la normalización bilateral.