Rafael Rojas

Evo y Arce: dos conceptos de hegemonía

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Existe en sectores de las ciencias sociales latinoamericanas, partidarios de las heterogéneas izquierdas gobernantes, una evidente simpatía por criterios mayoritaristas de la democracia, según los cuales, una vez que la mayoría lleva a un proyecto al poder, éste debe ejercer al máximo su hegemonía y limitar al mínimo los contrapesos establecidos en las reglas del juego político.

Se puede observar con precisión en la última crisis política que tiene lugar en Bolivia. Luego de meses de protestas en Santa Cruz, la región de más peso económico en el Estado plurinacional de esa gran nación andina, el presidente Luis Arce, con apoyo de una parte considerable del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), accedió a convocar un nuevo censo, para el año 2024, que exigían sectores santacruceños.

La decisión de Arce es un intento de satisfacer y negociar con los poderes de una región que tradicionalmente ha mostrado hostilidad al proyecto del MAS. Pero resulta que una parte del propio partido gobernante que, en un diseño plurinacional como el boliviano, adquiere una insoslayable dimensión territorial, también apoya la convocatoria del censo.

Evo Morales, líder histórico de la izquierda boliviana, se ha opuesto a la negociación de Arce, porque considera que el gobierno está claudicando y haciendo concesiones a una oposición golpista. Que una parte de los demandantes del censo sean militantes del MAS, según Evo, sólo puede deberse a la “traición” y a la connivencia de esos “compañeros” con el “golpismo” y el “imperialismo”.

En el comportamiento de ambos líderes, Evo y Arce, es posible leer una contradicción conceptual que se esparce dentro de la izquierda latinoamericana. De un lado, el ejercicio del poder como un mayoritarismo, que puede llegar a ser despótico, toda vez que una victoria del 55% en las elecciones, según Evo, es un aval para “no claudicar” y profundizar la lucha contra la oligarquía. Del otro, la administración de la hegemonía del MAS, que propone Arce, la cual requiere tanto de la inclusión de disidencias dentro del bloque izquierdista como de concertaciones con fuerzas opositoras.

Emerge en la crisis boliviana, una vez más, la vieja intransigencia de la izquierda ideológica de la Guerra Fría, habituada a gobernar, aplastando a minorías, silenciando disidencias y reprimiendo a sus propias bases. Pero también es perceptible la puesta en escena de un concepto de hegemonía, heredero de los trabajos de Antonio Gramsci, Nicos Poulantzas, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, que no confunde el poder con el dominio o control total.

La diferencia entre Evo y Arce se vuelve un caso de estudio, donde discernir las tensiones entre el primero y el segundo ciclo progresista del siglo XXI latinoamericano. Una diferencia que no sólo atañe al reeleccionismo o al hiperpresidencialismo de los primeros líderes sino a la mayor capacidad de negociación o tolerancia a la derrota de los segundos.