Rafael Rojas

La fisura con Washington y el candidato Ebrard

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

El canciller Marcelo Ebrard y Pedro Castillo, presidente de Perú, el jueves pasado.
El canciller Marcelo Ebrard y Pedro Castillo, presidente de Perú, el jueves pasado.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Foto: AP
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La fisura provocada por las consultas que se abrirán en torno al T-MEC, a partir de la inconformidad de Estados Unidos y Canadá con algunos aspectos de la política energética de México, crean incertidumbre sobre el ejercicio de la política exterior en lo que resta del sexenio. El eje de esa política ha sido la integración a la región de América del Norte, sin algunos balances de sexenios anteriores, como la activa relación con Asia-Pacífico, y con una recuperación, casuística e inconstante, del vínculo con América Latina, sobre todo, a nivel diplomático e ideológico.

La fisura se pudo evitar y se podría manejar exitosamente desde una perspectiva técnica, ya que lo que reclaman Estados Unidos y Canadá no es una cesión de soberanía o, siquiera, una limitación de la intervención estatal en recursos energéticos. La lectura del diferendo en clave nacionalista responde a un evidente cálculo político y electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador y el partido oficial.

El artífice de la política exterior del sexenio ha sido el canciller Marcelo Ebrard, aunque la diplomacia presidencial ejercida por López Obrador ha compensado o desplazado algunos énfasis. Por ejemplo, Ebrard y la cancillería han sido claros en el rechazo a la invasión de Rusia contra Ucrania, mientras el presidente ha preferido la ambigüedad. En la agenda latinoamericana, los dos también han sido distintos: Ebrard ha proyectado mayor realismo y pluralismo, y especial cercanía con Bolivia. El presidente, en cambio, ha conducido una relación arcaica, paternalista y sentimental con Cuba.

La reciente gira del canciller Ebrard por países andinos, que deberá concluir con su asistencia a la toma de posesión de Gustavo Petro en Colombia, no es ajena a ese calendario. Uno de los objetivos centrales de Ebrard en esa gira es sellar el relanzamiento de la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México), a la que pronto se sumaría Costa Rica

La pregunta inevitable es cómo se procesará la disputa con Estados Unidos y Canadá en medio de dos contextos electorales, el de allá y el de aquí, y de un calendario preciso y negociado con esos gobiernos, que incluye la próxima reunión bilateral de alto nivel y la visita de Joe Biden y Justin Trudeau a México, en noviembre de este año, para reafirmar los acuerdos del T-MEC.

La reciente gira del canciller Ebrard por países andinos, que deberá concluir con su asistencia a la toma de posesión de Gustavo Petro en Colombia, no es ajena a ese calendario. Uno de los objetivos centrales de Ebrard en esa gira es sellar el relanzamiento de la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México), a la que pronto se sumaría Costa Rica, y que también celebrará una cumbre en México, el próximo noviembre.

La Alianza del Pacífico fue tradicionalmente un foro abocado a la relación fluida con las potencias emergentes de Asia y, también, con Estados Unidos y Canadá. El viejo Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), que impulsó Barack Obama y que Donald Trump desechó desde su campaña, se apoyó de manera resuelta en la Alianza del Pacífico. El giro a la izquierda de los cuatro miembros centrales de ese foro, comentan Juan Pablo Prado Lallande y Thomas Legler en Foreign Affairs, no debería alterar la prioridad de profundizar las relaciones entre todo el Pacífico americano, incluyendo Estados Unidos y Canadá, y la región asiática.

El artífice de la política exterior del sexenio ha sido el canciller Marcelo Ebrard, aunque la diplomacia presidencial ejercida por López Obrador ha compensado o desplazado algunos énfasis. Por ejemplo, Ebrard y la cancillería han sido claros en el rechazo a la invasión de Rusia contra Ucrania, mientras el presidente ha preferido la ambigüedad. En la agenda latinoamericana, los dos también han sido distintos

La forma en que se procese el diferendo energético será decisiva para la candidatura del canciller Ebrard. Si la política exterior de este sexenio es, en buena medida, su legado, su percepción dentro de la cúpula y las bases de Morena tendría que incidir directamente en la formulación de la candidatura. A juzgar por liderazgos y medios fundamentales de la izquierda hegemónica mexicana, sin embargo, nunca ha habido pleno consenso sobre la estrategia diplomática seguida en lo que va del sexenio.

Da la impresión de que el integracionismo con Estados Unidos y Canadá ha sido emprendido sin respaldo de amplios sectores de ese bloque hegemónico, que habrían preferido una apuesta por alternativas geopolíticas como las de China, Rusia o la Alianza Bolivariana. La candidatura de Ebrard depende, en buena medida, de si esa estrategia sobrevive en los próximos meses.