Rafael Rojas

Martí y el inexacto antecedente de Cleveland

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

José Martí en una imagen de archivo​*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón..
José Martí en una imagen de archivo
​*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
.
Foto: Especial
Por:

Estados Unidos nació de la primera revolución republicana moderna, pero desarrolló un sistema político lleno de tradiciones, costumbres, normas escritas y no escritas, desde el siglo XIX. Una de esas reglas es que los presidentes deben evitar una segunda reelección consecutiva o una primera reelección discontinua. Tenía que aparecer un político ajeno a esas tradiciones, como Donald Trump, para desafiar las viejas reglas. 

Se ha recordado en estos días el antecedente, a fines del siglo XIX, de Grover Cleveland, presidente de Estados Unidos entre 1885 y 1889, que luego de perder la reelección frente a Benjamin Harrison, volvió a postularse en 1892, ganó y gobernó un segundo periodo entre 1893 y 1897. José Martí, uno de los latinoamericanos que mejor conoció la cultura y la política de Estados Unidos, vivió en aquellos años en Nueva York y dejó escrito, entre sus múltiples crónicas para La Nación de Buenos Aires y El Partido Liberal de México, un retrato muy completo de Cleveland.

En la carta al New York Herald, del 2 de mayo de 1895, dos semanas antes de su muerte en combate, Martí y el general Máximo Gómez, jefe militar de la guerra, mandaron varios mensajes a Cleveland: decían que los cubanos querían ser independientes para “vender sus riquezas en los mercados naturales de América” y “abrir a los Estados Unidos la isla que hoy le cierra el interés español”

Demócrata en un periodo de hegemonía republicana, aunque con una visión sumamente crítica de la esclavitud y el expansionismo sureño, Cleveland había sido gobernador de Nueva York, justo cuando Martí se estableció en esa ciudad. Desde sus primeras pinceladas del político, el poeta cubano lo describió como “obeso de cuerpo, voluminoso de cara, de mano segura y limpia, y de cabal honestidad”.

En la contienda de 1884 entre Cleveland, por los demócratas, y James G. Blaine, por los republicanos, Martí, a pesar del cuidado que ponía en sus crónicas, no pudo ocultar sus simpatías por el abogado de New Jersey. La razón era evidente: a pesar del nombre de su partido, Blaine representaba valores que Martí consideraba antirrepublicanos, como el utilitarismo y el expansionismo.

Consciente de dirigirse a un público latinoamericano, Martí sabía con precisión que durante su breve paso por la Secretaría de Estado, bajo el gobierno de James A. Garfield, Blaine ya había insinuado su distintivo expansionismo en relación con la guerra del Pacífico, entre Perú y Chile, y en la propuesta de renegociar el tratado Clayton-Bulwer, para limitar aún más los intereses británicos en Panamá.

Cuando Cleveland perdió la reelección frente a Harrison, en 1889, este último nombró a Blaine secretario de Estado, posición desde la que intentaría articular un agresivo panamericanismo, que Martí cuestionó. Su visión del saldo del primer gobierno de Cleveland fue positiva, de ahí que en 1892, cuando se lanzara la extraña candidatura a la reelección discontinua, Martí volvió a mostrar simpatías

Cuando Cleveland perdió la reelección frente a Harrison, en 1889, este último nombró a Blaine secretario de Estado, posición desde la que intentaría articular un agresivo panamericanismo, que Martí cuestionó en múltiples crónicas. Su visión del saldo del primer gobierno de Cleveland fue positiva, de ahí que en 1892, cuando se lanzara la extraña candidatura a la reelección discontinua, Martí volvió a mostrar simpatías.

En sus últimas crónicas para El Partido Liberal, Martí narró que periodistas de Nueva York, admirados por él y ubicados en la corriente antiesclavista y antiexpansionista, como Carl Schurz, revolucionario alemán de la generación de 1848, que escribía en el Harper’s Weekly, o el veterano Charles A. Dana, editor de The Sun, le brindarían su apoyo nuevamente a Cleveland. Sin embargo, Martí no cubrió periodísticamente el segundo mandato de Cleveland por encontrarse, ya desde 1892, inmerso en los preparativos de la última guerra independentista de Cuba.

En la carta al New York Herald, del 2 de mayo de 1895, dos semanas antes de su muerte en combate, Martí y el general Máximo Gómez, jefe militar de la guerra, mandaron varios mensajes a Cleveland: decían que los cubanos querían ser independientes para “vender sus riquezas en los mercados naturales de América” y “abrir a los Estados Unidos la isla que hoy le cierra el interés español”.

A pesar de todos los esfuerzos de sus seguidores en el Partido Revolucionario Cubano, de lograr que el gobierno de Cleveland reconociera los derechos de beligerancia de los cubanos en su guerra independentista contra España, no lo consiguieron. De haber sobrevivido Martí al primer año de la guerra, el presidente lo habría decepcionado.