Medio siglo del caso Padilla

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Heberto Padilla, en una imagen de archivo.
Heberto Padilla, en una imagen de archivo. Foto: Especial

El 20 de marzo de 1971 el poeta cubano Heberto Padilla y su esposa, la también poeta Belkis Cuza Malé, fueron arrestados. Padilla, uno de los miembros más brillantes del grupo de Lunes de Revolución (1959-1961), suplemento dirigido por Guillermo Cabrera Infante, era autor de un cuaderno muy celebrado dentro y fuera de la isla, El justo tiempo humano (1962).

El arresto tuvo varios antecedentes reconocibles. Uno fue la polémica entre el poeta y el primer grupo redactor de El Caimán Barbudo, la revista fundada y dirigida por Jesús Díaz, a propósito de dos novelas, Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante y Pasión de Urbino de Lisandro Otero. La valoración de Padilla era claramente favorable a la primera, lo que implicaba preferir a un escritor exiliado, antes que a otro comprometido con la Revolución y, por entonces, funcionario del Consejo Nacional de Cultura.

Otro antecedente fue el poemario Fuera del juego (1968), que mereció el Premio Julián del Casal, en el concurso de poesía de aquel año, convocado por la Unión de Escritores y Aristas de Cuba (UNEAC). El jurado del premio, integrado por José Lezama Lima, José Zacarías Tallet, Manuel Díaz Martínez, César Calvo y J. M. Cohen, consideró que la poesía de Padilla “enfrentaba con vehemencia los mecanismos que mueven la sociedad contemporánea y su visión del hombre en la historia es dramática y, por lo mismo, agónica (en el sentido que daba Unamuno a esta expresión, es decir, de lucha)”.

Adelantándose a la previsible reacción oficial, el jurado decía que “Fuera del juego se situaba del lado de la Revolución y se comprometía con la Revolución” y recordaba que muchos de los poemas del volumen habían aparecido en publicaciones oficiales como Casa de las Américas. Los poemas, sin embargo, cuestionaban directamente ciertos rasgos del socialismo real de la URSS y Europa del Este (burocratismo, censura, culto a la personalidad, vigilancia, delación, perpetua demanda de lealtad, subordinación del individuo al Estado) que el poeta veía trasplantados a Cuba a la altura de 1968.

La reacción que temía el jurado del Premio Julián del Casal no se hizo esperar. La UNEAC declaró su “total desacuerdo” con el premio de Padilla y el de teatro concedido a Antón Arrufat por su pieza Los siete contra Tebas (1968). A partir de noviembre de ese año, algún burócrata o propagandista oficial, que firmaba con el pseudónimo de Leopoldo Ávila, comenzó a publicar una serie de ataques sistemáticos a Padilla en Verde Olivo, la revista del ejército cubano.

Entre 1968 y 1971, el poeta comenzó a ser percibido, dentro y fuera de Cuba, como la versión insular de los disidentes literarios del bloque soviético. Académicos, periodistas, escritores y diplomáticos de Occidente acudían a él en busca de una visión alternativa de la isla. Ése fue el origen de sus diálogos con algunos intelectuales de izquierda, críticos del socialismo real, como el polaco K. S. Karol, el francés René Dumont, el alemán Hans Magnus Enzensberger y el italiano Saverio Tutino, que cuestionaron el avance de Cuba hacia el modelo soviético.

El detonante del arresto, en marzo de 1971, pudo estar relacionado con la concurrida lectura del poemario Provocaciones en la UNEAC o con su cercana amistad con el escritor Jorge Edwards, encargado de negocios del Chile de Salvador Allende en Cuba. Dato clave es que Padilla fuera arrestado el 20 de marzo y Edwards, declarado “persona non grata” por el gobierno de Fidel Castro, tuviera que volar a París dos días después.

Padilla y su esposa estuvieron presos mes y medio y fueron liberados a condición de que el poeta pronunciara una “autocrítica” en la UNEAC. La reacción de la comunidad internacional fue, mayoritariamente, adversa, tanto al arresto como a la confesión. El asedio contra Padilla y otros escritores y artistas fue costoso, pero permitió al Estado avanzar más rápido en el control de la cultura a partir de 1971.

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