Pequeñas teorías de la conspiración

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Donald Trump en la Casa Blanca, el pasado 8 de diciembre
Donald Trump en la Casa Blanca, el pasado 8 de diciembre Foto: AP

Están las grandes y viejas teorías de la conspiración, la de la conjura judío-masónica-comunista del antiguo catolicismo anticomunista o la del ocultamiento extraterrestre. Están también las nuevas teorías de la conspiración del “Nuevo Orden Mundial” o del Club de Bilderberg de Daniel Estulin, autor de cabecera de Vladimir Putin, Fidel Castro y Hugo Chávez. Y están, por último, las pequeñas conspirativas rutinarias, las que leemos todos los días en los medios de comunicación, perfectamente incorporadas a los discursos de legitimación de algunos gobiernos.

En las últimas semanas, Olavo de Carvalho, el astrólogo personal de Jair Bolsonaro, radicado en Virginia, Estados Unidos, ha multiplicado esfuerzos en convencer al presidente brasileño de que el Foro de Sao Paulo, el PT, Lula, Biden y el Partido Demócrata están confabulados para derrocarlo, después de haber dado un golpe de Estado a Donald Trump por medio del fraude electoral. Carvalho y sus seguidores, empezando por el propio Bolsonaro, alertan a los militares brasileños para que permanezcan unidos al presidente, en pie de lucha contra las fuerzas oscuras de la izquierda global.

Donald Trump ha logrado instalar en sus partidarios la idea de que lo que hay en curso en Estados Unidos es un fraude electoral operado por la “izquierda radical” o “socialista”, con auxilio de aliados internacionales como China, Venezuela y Cuba. El fraude se habría consumado especialmente en algunos estados, como el de Georgia, donde toda la dirigencia del gobierno y las autoridades electorales, que mayoritariamente pertenecen al Partido Republicano, fueron compradas por los izquierdistas.

En Venezuela acaban de celebrarse elecciones legislativas, con poco más de 30 por ciento del padrón electoral. El presidente Nicolás Maduro trasmite a la ciudadanía su convencimiento de que no hubo más participación porque se había activado un “plan de desestabilización de Venezuela”, concebido para producir una “guerra civil” desde Colombia, durante la jornada electoral. Ese plan, en cuyo diseño, según Maduro, participó el presidente Iván Duque, incluía un operativo para asesinarlo en su centro de votación, por lo que emitió su voto en el Complejo Militar del Fuerte Tiuna.

En Cuba, a fines de noviembre se produjeron dos hechos interrelacionados, con antecedentes muy precisos en la historia reciente de la isla. Un pequeño grupo de artistas, músicos, poetas e intelectuales hizo una huelga de hambre para protestar por el encarcelamiento de uno de sus compañeros y fueron allanados y arrestados. Cientos de jóvenes se congregaron frente al Ministerio de Cultura para protestar contra esa acción violenta. Al día siguiente los principales medios de la isla sostuvieron —lo han hecho por dos semanas consecutivas— que los jóvenes eran parte de un “golpe blando de Donald Trump” contra el gobierno de la isla.

Hace unos días el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, comentó en una conferencia mañanera que, por lo que pudo constatar en la pasada reunión del G-20, la élite global usa términos como “holístico”, “empatía” y “resiliencia”, que son propios del “periodo neoliberal” que ha llegado a su fin en México pero continúa en el mundo. La lengua que hablan los dirigentes del mundo es neoliberal y, por tanto, antipopular. Más allá de que esos términos sean, en efecto, insufribles, la atribución de los mismos al neoliberalismo es, por lo menos, intrigante.

Ninguna de estas tesis es, propiamente, una fake news. Más que una noticia es una trama, un argumento, que ni siquiera se plantea en forma probabilística. Se da por una realidad cuando no pasa de ser una teoría. Pareciera que, a diferencia de las fake news, las teorías conspirativas cotidianas son más resistentes a la confirmación fáctica o la verificación de hechos. Las pequeñas teorías de la conspiración dan vida a la propaganda en el siglo XXI.